¿Caída o tomadura de pelo?

¿SE NOS ESTÁ CAYENDO EL PELO O NOS LO ESTÁN TOMANDO?

En su bitácora “El Duende de la radio”, Luis Figuerola-Feretti, alias doña María, Braulio, Esmeralda la Clamores y demás personajes, comentaba ayer con humor el temor masculino a la caída del cabello. Ya de paso, este Náufrago les invita a que se den una vuelta por su blog porque me parece una manera muy sabia y al mismo tiempo muy humana de vivir la realidad cotidiana y otras realidades, envueltas en una fina capa de humor , muy ferrettiano.

  • De Sansón a Ronaldo
Su entrada hizo pensar a este Náufrago en la importancia que han dado el hombre y la mujer al cabello o pelo, desde ópticas diferentes. Dejaremos por un momento de lado lo que representa para la mujer una hermosa y seductora cabellera para adentrarnos en los complejos masculinos a medida que van perdiendo el pelo. Ya en la Biblia se asocia virilidad, fuerza y cabello. Sansón no fue nadie el día que se quedó dormido sobre las rodillas de Dalila y ésta le ‘tomó el pelo’ en el más amplio y desolador sentido de la palabra. Sin la fuerza de su poderosa cabellera los filisteos pudieron arrancarle los ojos, le ataron con cadenas y ‘¡hala’! a moler o amolarse. Hoy día los iconos mediáticos han puesto de moda la chinostra monda y lironda a lo Ronaldo o a lo Roberto Carlos. En tiempos del Náufrago, o sea hace ya bastantes años, dejarse el pelo largo era la forma “beatliana” de rebeldía ante los ‘bien pensantes’ de turno, hoy no se sabe si los jóvenes protestan o se adaptan cogiendo la maquinilla y en un pis pás se mondan la sesera ante el grito inútil de las madres.

  • Se te va a caer el pelo
Pero dejemos de coger el asunto por los pelos y vayamos al grano, o sea a las tomaduras de pelo. En torno a este “filamento cilíndrico, sutil, de naturaleza córnea” (DRAE) hay toda un fraseología creada por la sabiduría popular que ha hecho de esta excrecencia pilosa o scapus pili un punto de referencia de diversas circunstancias vitales. El Náufrago recuerda que una de las cosas que más le encogía el ánimo, y otras cosas, era cuando su hermano menor acudía al lugar del juego en que estuviera enfrascado indicándole que era ya la hora de regresar a casa a hacer los ‘deberes’ u otras urgencias maternas: “se te va a caer el pelo”. Aquella frase de no muy buenos augurios hacía que durante el trayecto asaetara a preguntas e inquisiciones a su hermano sobre ‘el estado de la mansión’, al que el interpelado respondía con evasivas y medias palabras, quizá par aumentar más la angustia que produce la duda. La misma frasecita la ha oído después pronunciada por otras personas, en diferentes circunstancias, referidas a los mil males difusos con que algunos pretenden amenazar dejando en suspenso el alcance de tales amenazas que a lo mejor después no tienen más contenido que el de la simple frase: amedrentamiento difuso, se llama esta figura.
  • Pelillos a la mar
Con el paso del tiempo el Náufrago, que pasaba vacaciones de verano entre encinas, eras, toros y vacas de lidia, fue perdiendo el pelo de la dehesa, se le fue de verdad cayendo el pelo hasta tonsurarle la cabeza y casi se queda sin un pelo de tonto. Así que se ha quedado con dos pelos de listo, o sea que por un pelín no llegó a ser un Fernández Bermejo o un Rodríguez Zapatero. Y aquí llegamos al asunto que enunciábamos al principio. Oyendo al primero decir : “Se volverán a dar las condiciones para que le resolución de esta Cámara (sobre la negociación con Eta) vuelva a tener vigencia” , cuando hace tan sólo dos días, oíamos al primero que de eso nada de nada ( de momento) y demás verborrea del bla, bla, bla, con la que eternamente marea la perdiz en su función de aprendiz de brujo, uno no puede por menos de pensar en una solemne tomadura de pelo.
  • Cuestiones peliagudas
La pregunta pilosa es pues la siguiente: “¿Se nos va a caer el pelo o nos lo están tomando miserablemente?” Que conste que en este caso la O no es una simple conjunción disyuntiva. Una alternativa no excluye a la otra, se pueden coordinar perfectamente.

Una última consideración, a modo de absurdo consuelo: dentro de dos telediarios, “todos calvos”. La ocasión la pintan calva y a nosotros nos cogerá con estos pelos, aunque proclamemos a los cuatro vientos que de tontos no tenemos ni un pelo.

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