Una mañana en el DNI

Que en este país somos muy devotos de Santa Bárbara, pero sólo nos acordamos de ella cuando truena, que el principio de eficacia ante la escasez informativa, es el de ‘apáñate como puedas’, es conocido de todos. Y así funcionamos. Sólo cuando la tozudez de los hechos se ponen delante de las narices, el ciudadano hace los cursillos indispensables para ponerse al día. ¡Qué remedio! Desde tiempos inmemorables el ciudadano español sabe que, excepto una inmensa minoría, tiene que aprender a sacarse las castañas del fuego.

Y basta ya de dichos y vayamos al grano, o por mejor decir al DNI (vulgo “deneí”). Pretender obtenerlo yendo un día normal a las 10 de la mañana es tarea vana. Por si alguien no lo sabía, a esas horas el ‘cupo’ ya está cubierto. Esa primera incursión si no eres demasiado curioso o temes que te respondan con un rebuzno si preguntas, sólo sirve para enterarse de que el horario es de 9 a 2 de la tarde y de que si no vienes a primerísima hora, no tienes nada que rascar.

Aprendido lo más elemental, el indocto ciudadano, puede que al día siguiente o algunos días después, deje todas las cosas que tenga que hacer y se plante en la oficina del DNI a las 9 en puntísimo de la mañana. Pero ¡ay!, él, que se las prometías felices, ve al llegar, que casi un centenar de personas han sido más espabilados – eso le pasa por no informarse suficientemente – están allí desde las ocho y media y ya tienen ‘cogido’ su número. Total que cuando creía que empezaba el asunto sólo logra obtener el número 65 y eso porque un amable ‘desistente’ le regala su papelín porque hasta las once u once y media no le ‘toca’ y no puede esperar tanto. Es que para hacer este ‘master’ se necesitan más horas de las que él ha empleado.

Hace una serie de investigaciones que no vienen al caso y un poco antes de las once vuelve al lugar de los hechos. Unas cuarenta personas llenan la sala, unos sentados en butacas que saben de paciencias ciudadanas y una docena de pie por falta de sitio o por urgencias particulares. Cada uno trata de llenar los tiempos de espera como Dios le da a entender, leyendo el periódico, informándose de los detalles del último partido de la UEFA, tratando de calmar a la niña que chilla porque no sabe de esperas... Delante, 10 funcionarias, bueno 9 funcionarias y un funcionario para ser políticamente exactos, escanean fotos, rellenan formularios en el ordenador, hacen poner el dedo sobre un agujerito del escáner – ya no hay aquella tinta, aquel alcohol y aquellos algodones de antaño que recogían nuestras huellas digitales- y después de unos siete u ocho minutos le entregan al probo ciudadano la flamante tarjetita con su chip y su carita de asustado.

Casi una mañana entera para obtener “la tarjeta de policarbonato de alta calidad y durabilidad, virtualmente imposible de falsificar” que dé fe de que se es un miembro documentado del rebaño.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¿Solo 1 funcionario?
¡Uyuyuyuy que la famosa paridad está en peligro!

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