El Muro

El día de mis adioses me regalaron, entre otras cosas, unas hermosas orquídeas y un pequeño libro " Sept contes du pays d'en face" ('Siete cuentos fronterizos') de Georges Moustaki. Es un libro en el que el autor asegura poder explicar "cosas que no puedo en mis canciones".

Ayer empecé a leerlo. Este hijo de un librero francófono que vivió su infancia en Alejandría recobra por unos momentos sus raíces y sueña, 'entre la esperanza y la desesperanza' con un Oriente Próximo donde los odios se han apagado, donde un colono judío se convierte en musulmán o los niños palestinos y judíos inician el derribo del ‘muro’ jugando partidos de fútbol. Un sueño. "... Que las cosas cambien, no tengo ese poder, pero le gustaría que sus libros fueran un granito de arena para ello, "cada uno tiene un pequeño papel que interpretar".

El primer relato se titula EL MURO.

Hubo un tiempo en que Yussef cambiaba sus sandías por las naranjas de Sholmo, los soldados jóvenes miraban de reojo a las chicas vestidas de colores llamativos ‘seductoras a pesar de sus velos’. Las jóvenes no eran insensibles a esas miradas y soñaban en secreto con ropas ligeras y sus cabellos al viento.

Un día una cortina de cemento oscureció el paisaje Surgió el Muro, el maldito Muro. La guerra , la incomprensible Guerra.

Pero llegó el momento en también aquello se acabó. No se sabía por cuanto tiempo. Ya nadie odiaba, ya nadie tenía miedo. Era algo parecido a la Paz. Los trabajadores fronterizos se quedaron sin trabajo, la tierra de nadie se quedó sin hoteles, los estanques se volvieron insalubres... ‘kilómetros cuadrados de desolación’.

Una mañana de otoño las codornices que regresaban de Europa, agotadas, chocaban contra el Muro . Mahmud y los chicos se los llevaban a sus madres para que se las cocinaran.Los chicos del otro lado se enteraron y gritaban :
- De este lado del muro, no cae nada. Mandadnos alguna.
- ¿Qué nos dais a cambio?
- Fruta, tejanos, lo que queráis
Los sacos volaban por encima del muro y los niños se acostumbraron a reunirse al pie del muro. Sólo conocían sus voces, poco a poco fueron agujerando el muro para poder conocerse, hasta que se abrió una brecha y vieron sus caras. Uno de los chicos propuso:
- Podríamos jugar al fútbol.
Improvisaron una cancha que se convirtió en el punto de cita. Se creó una zona neutral, sin soldados, sin guardias armados. Otras brechas se fueron abriendo en el muro, también acudieron los adultos. Cuando los dirigentes se enteraron no supieron cómo raccionar. No tenían ni fuerzas ni argumentos para retomar la lucha. Poco a poco apenas quedó un trozo de aquel muro. La gente comprendió que sería una locura volver a los antiguos enfrentamientos. El muro creado para separar había terminado por unir.

- “Eh, Mahmud, ¿en qué sueñas? Es hora de levantarse. Las codornices van a empezar a llegar...”
Mahmud abrió los ojos somnolientos...
- Ah sí, las codornices, el fútbol, el muro.

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