España aplaude

Si alguien hubiera abandonado este país cabreado y crispado, hace unas semanas, y hubiera vuelto en estos días, se habría llevado una gran sorpresa al encender los telediarios del país, con minúscula. Seguro que se habría frotado bien los ojos, se habría pinchado en cualquier parte del cuerpo para cerciorarse de que estaba despierto, al ver tanta imagen de gente aplaudiendo y enarbolando banderas y pancartas.

Si no estuviera muy al tanto del fenómeno que tiene tan enfervorizado a la gente se preguntaría qué acontecimiento, qué fasto, fiesta o conmemoración celebraba el personal con tanto aplauso. España aplaudiendo no es un fenómeno que ocurra a menudo, porque somos más dados a la ‘pañolada’, la protesta, la increpación, el grito o el insulto que es nuestra racial y natural manera de expresarnos.

Lo más curioso es que no serían sólo los aplausos a una señora que canta penas y boleros, ni los de los aficionados merengues que han cogido el relevo de los vivas y aplausos a los azulgranas que ahora hacen flamear pañuelos de protesta. Así de veleidosa es la fortuna. Ya sabemos que este pueblo es voluble y pasa casi sin solución de continuidad del abucheo al aplauso y viceversa, pero durante quince días veremos en la tele cómo ahora toca batir palmas enfervorizadamente. Cada día, en distintas ciudades de España y aledaños, en la mañana o al atardecer, miles de personas asisten a los ‘oficios’ electorales que se celebran en palacios de festivales, teatros, centros cívicos o deportivos . Desde el principio hasta la despedida del ‘acto’, celebran las ‘ocurrencias’ de los oradores. Previamente los asesores mediáticos han ido sembrando el discurso de ‘ideas brillantísimas’, han determinado los momentos en que el actor de turno acelera el ritmo, eleva la voz, mueve los brazos, se enfervoriza y arranca los APLAUSOS.

El parlanchín de turno agradece tanta unanimidad, se crece, cobra fuerzas y sale sudoroso y feliz de este baño de multitudes, satisfecho de tanto adepto a la causa. España entera es estos días un APLAUSO. Tres semanas de aplausos, cuatro años de insultos y cabreos.

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