Reflexiones de andar por casa.

Entre mis amigos, hay uno que escamado de todas las escuelas filosóficas habidas y las que habrá, de todas las doctrinas religiosas, sobre todo las más proclives a adoctrinar, si hay alguna que no lo sea, de las ‘disciplinas’ de sindicatos, asociaciones, partidos, clubes , comunidades de vecinos y cualquier organismo humano cuya primera preocupación es redactar reglamentos y normas de actuación, él va haciendo su propio credo y manual de conducta según su particular y severo código personal le aconseja. Por eso, de su experiencia vital , de sus reflexiones personales, va elaborando su guía de ruta, con posibilidad de ser corregida y aumentada según lo que va observando en sus experiencias diarias.

Ayer por ejemplo, me dijo, que había experimentado pasiva y activamente el poder de una sonrisa. Él que es de natural serio y hasta seco, pero abierto a cualquier cambio que estime necesario y provechoso para la comunicación interpersonal, me recitó una breve loa ‘au sourire’, como él pedantemente la llama. Porque algo pedante sí que es. Inofensivo, pero pedante a fin de cuentas.

“Una sonrisa es la mejor arma para desarmarnos y hay que reconocer que una sonrisa en los ojos, en los labios, en la cara de una mujer sobre todo, puede ser demoledora en el más aparentemente seguro de los hombres. Y ellas lo saben. Una sonrisa de mujer, o simplemente cualquier sonrisa es como una puerta que se abre , una invitación a que ‘penetremos’ sin temor en el otro, a que nos despojemos de toda desconfianza, de toda reticencia, de toda esa máscara de prevención con la que a veces nos cubrimos. En principio una sonrisa quiere significar una ‘bienvenida’, una aceptación incondicional para que nosotros obremos igual. Si esa respuesta se produce, damos con la clave de toda comunicación ya sea personal, comercial, administrativa, laboral.

Sin embrago, me decía mi amigo, qué rara o que cara se cotiza hoy una sonrisa. En este mundo áspero de prisas, intereses, ‘estreses’, indiferente y frío, es cada vez más infrecuente que detrás de los mostradores, de las mesas de los despachos, en las plataformas de los autobuses, en las aceras de las calles y nada digamos desde los volantes de los coches, pueda surgir una sonrisa en forma de “¿Qué desea?”, “¿Puedo ayudarle...?”o un simple “Buenos días”, un “Hola” un “Hasta luego”.Lo normal son otras miradas, otros gestos, otros silencios, otras indiferencias, otros “no puedo atenderle” , “ tengo prisa”, “estoy ocupado”, “hemos cerrado”, “vuelva otro día”. Lo normal es que uno vaya ya preparado a ver un rostro indiferente, adusto, agrio incluso, que te predisponga a recoger velas, a echar mano de tu ‘disfraz’ social y ser igualmente parco, frío, protocolario, a la espera de mejores tiempos y poder quitarte algo de ropa para cuando vengan tiempos más cálidos.”

Interrumpí su discurso y le pregunté qué consecuencias había sacado de esta tan seria reflexión sobre la sonrisa porque no me parecía muy risueña que digamos. Entonces él , que es de natural serio, me dijo que había hecho experimentos ‘sonrientes’, porque debemos ser nosotros los primeros en probar “La méthode sourire”, como él la llama. Y que el otro día había hecho diferentes pruebas con distintos resultados, pero todos bastante positivos. Él que ese momento no es que estuviera especialmente desinhibido abordó a una empleada sin esperar a que ella se dirigiera a él y , sonriente, le preguntó si por casualidad no tendría una ruedecilla para una máquina de afeitar , cuyo número de serie no había tomado la precaución de anotar. La empleada dejó de ordenar los paquetes que estaba colocando en una estantería y se dirigió a un armario donde tenía los repuestos. Estaba cerrado pero dijo un “ Perdón , voy a buscar la llave”. Volvió abrió el armario y pacientemente empezó a buscar un repuesto en cuyo cabezal se encontrara un ‘triangulito’ como el de la ruedecilla que él había traído. Después de mucho buscar , aparecieron los ‘triangulitos’. Y feliz por el hallazgo le dijo: “Llévela, si ve que el número de su máquina no coincide con alguno de los que figuran en este paquete, puede devolverlo”. Y así hizo, fue a casa y lo probó .La ruedecilla encajaba perfectamente. Encajaba como los seis o siete minutos de aquel encuentro.

Mi amigo el reflexivo, me miró y me dijo:” por qué no llenar nuestros días de momentos ‘sonrientes’?, al menos podíamos intentarlo. En lugar de tanto desplante, tanta indiferencia, tanta falta de elemental cortesía, no podríamos proclamar “Ponga una sonrisa en su vida”, aunque sólo sea una, para empezar... e ir aumentando la dosis .

SONRÍA UN POCO


Pinche AQUÍ y tenga un poco de paciencia.Empezará

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Todos están muy bien. El último es genial.
¡Pero a mí me ha gustado especialmente el número siete!
Creo que voy a comprar tres globos (un globo, dos globos, tres globos....) para mis vecinos, a ver si salen volando los tressss.
Anónimo ha dicho que…
¡Ah, que se me olvidó!

:) :) ;))

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