Otra charla con Douce

DEL DIÁLOGO QUE DOUCE Y SU PAPÁ HUBIERON UNA TARDE DE FEBRERO DEL AÑO DE GRACIA DE 2007

- Pues mira Douce, estaba yo pensando en la frase aquella: “Cuánto más conozco a los hombres , más quiero a mi perro”, que unos atribuyen a Diógenes, aunque cualquiera que os conozca podría haber dicho lo propio y mi me gustaría modificarla un poco: “ Cuando más conozco a mi perro – o sea tú – más me alejo de la compañía de algunos hombres”.

- Como principio de la charla no me parece mal. Pero, como yo también te conozco a ti, intuyo que algo más quieres decirme cuando empiezas con ese elogio de nuestra canina raza. Así que vamos a ir al grano si te parece.

- Douce, ya veo que tu contacto con los humanos te ha dotado de un fino olfato para darte cuenta de sus tejemanejes y ha matizado tu natural ingenuidad y llano comportamiento.

- Puede ser, querido, pero al mismo tiempo que eso percibo algo más.

- ¿Qué de más percibes?

- Pues ya ves , oyendo esa expresión y el artificio de alguno de las frases precedentes, diría – y me estás contagiando – que empleas un lenguaje que parece de décadas, sino centenarios pasados. Me suena a un mal castellano de otros tiempos.

- Ya veo, Douce, que no sólo tienes olfato para rastrear los mensajes que dejan tus congéneres sino que tu trufa llega a percibir olores lingüísticos y amanerados de los humanos que por pretender crecerse, caen en la más vana petulancia. Pero no lo tomes a vanidad u otro motivo que me alejen de la llaneza con que me gusta hablarte, sino a que se me ha pegado un poco, y mal, el lenguaje de don Miguel de Cervantes a quien acabo de leer en busca de unos párrafos.

- Pues baja los humos, y habla con el ‘fablar paladino’ con el que el vulgo suele hablar con su vecino . Bastante cojo, manco y cojitranco anda el lenguaje de estos tiempos como para que ahora vengas tú con tus pobres ripios; pues ‘toda afectación es mala’.

- Vaya, trataré de hacerte caso, porque precisamente ése es el pasaje del Quijote que me ha contagiado , y te diré por qué y de qué manera.

- Algo bruja y adivina soy, pero mis artes adivinatorias no llegan a tanto. Y me alegrará que, con llaneza, me expliques las razones y las circunstancias de tu visita literaria que ya va siendo hora de que , de una vez, desembuches lo que querías contarme, porque como hembra soy curiosa y ya me estás poniendo de los nervios, don Rodeos.

- Sea. Iré por derecho. Anteayer cuando hacías tus observaciones – muy sabias – sobre mi manera de escribir, recordarás que en un momento dijiste algo así como "naturalidad, querido Sancho, naturalidad", cuando subías algo el tono de tus palabras y adoptabas alguna que no pertenecen al vocabulario que empleas habitualmente conmigo. Me pareció que tú misma te habías dado cuenta que tu auto título de ‘correctora de estilo’ se te estaba subiendo a tu linda barba...

- Alto ahí, que noto en la frase cierta retintín. Si la alusión a mi’barba’ tiene alguna connotación no clara, me veo obligada a recordarte que estás hablando con una perra por si tu imaginación se ha desbordado. Has de saber que hay perritos y también perritas que lo de tener barba no les quita ni un ápice de la feminidad, encanto, delicadeza, sutilidad que caracterizan a cualquier ser de naturaleza femenina y de ningún modo – ni a modo de broma – tolero que esas características que los dioses nos han dado sean puestas en tela de juicio con algunas alusiones machistamente fáciles.

- Por Dios, Douce, no conocía esa faceta tuya de la suspicacia. Nunca te me habías manifestado de ese modo, porque nunca concedes a las palabras distinto sentido del que tienen...

- Lo digo por si acaso sintieras la tentación de derivar hacia ahí tus argumentos, no porque crea que haya otro sentido que el natural el de una barba en una perrita, muy perrita, como yo.

- Sabes que a veces te tomo un poco el pelo en plan de broma pero nunca sobrepaso los límites de una broma de buen sentido. En ningún momento he querido desconocer esa sensibilidad femenina que te adorna. Precisamente, aparte de otras cualidades que te adornan, es la de tu sensibilidad femenina lo que me atrae. Y con la feminidad van la ternura, sensatez en muchas cosas principales, en tu flexibilidad, en tu intuición, en esa capacidad que tienes de leerme por dentro.

- Vaya, eso ya suena algo mejor. Pero si te digo la verdad, tras todos estos minutos que hemos tenido de charla , aún no he podido saber porque has interrumpido mi siesta diciendo aquello de “ Cuanto más te conozco, más huyo de la compañía de algunos hombres”. Tengo la impresión de que una vez más nos hemos liado.

- En efecto Douce. Así es. Porque lo que de verdad te quería contar es algo que leí cuando buscaba unas frases en El Quijote. Era la promesa de la que te había hablado, una carta a Don Quijote y Sancho, escrito por una escritora cubana, a propósito de la relación que había entre ellos y que a mí me hizo pensar en la nuestra.

- Y se puede saber en ese paralelismo quién era quién ¿Quién Quijote? ¿Quién Sancho? Porque con esa alusión me has intrigado.

- Pues verás, no sabría decirte porque la simbiosis es tal que en cualquier momento podrían ser intercambiables. Siempre en provecho tuyo, por supuesto

- No tengo interés alguno en llevarme la mejor parte, si la simbiosis es provechosa para ambos.

- Pues entonces, para no alargar esta entrada, que para un blog se ha hecho demasiado larga, te lo copiaré aparte.

- Vale, este final me deja más relajada. Y no seas tan cursi, querido. Ya sabes: “toda afectación es mala”, no lo olvides.

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