Amor de compraventa

Comprenderán que si alguien no es muy dado a que le digan qué día , a qué hora, de qué forma debe manifestar sus sentimientos, si además es pudoroso a la hora de manifestarlos, le fastidiará bastante que le señalen un día en que , en rebaño, todos debamos hacerlo. Me refiero a eso de manifestar los sentimientos. Y todo el mundo es muy libres de compartir o disentir de estas opiniones.

No hemos terminado aún de tener que sentir “la alegría, la ternura, y la hermosura de la Navidad”, y ya los ‘traficantes de emociones y sentimientos’ han encontrado una estratégica fecha para acabar de estrujar las pachuchas carteras de los consumidores.

Además las tarjetas, las cajas de bombones, las braguitas, los perfumes , los destinos viajeros o lo que coño ofrezcan, no pueden ser de lo más cursi, más kischt, más hortera.
Parece que desde los estúpidos cupidos y los acaramelados sanvalentines hasta los corazones atravesados por rojas flechas se han puesto de acuerdo para poner en marcha el mercado de la ‘horterez’ más cutre.

Lo siento por si aún hay algún alma solitaria e ingenua suspirara en esta fecha al leer esos idílicos y melosos mensajes, intentos de poemas , y demás melifluidades que irán y vendrán de móvil a móvil, de correo a correo... Una manera más de engañar a la gente.

El amor es una planta que no nace y muere con el día, requiere mucho riego, mucho dolor, mucho cuidado, mucha dedicación, mucha generosidad y no tiene nada de melifluo, es planta difícil de hacer crecer si no nos olvidamos de tanta pamplina. Decir “te quiero”, hay que decirlo temblando y con cuidado.

Frente a esas melosidades que nos venden, no estará mal recordar un soneto de Quevedo “Definiendo el amor”, que seguramente no aparecerán en las postales al uso.

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado;

es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado;

es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parosismo;
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrairo de sí mismo!

Comentarios

Enrique Gallud Jardiel ha dicho que…
Parece que nuestros clásicos no sabían nada de los efectos nocivos del colesterol; pero de amor sabían bastante más que nuestra generación.

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