Un perro para Sumji

DE AMOS OZ, PARA DOUCE

Hoy mi papá me ha querido hacer un regalo. Me ha dicho que han dado un premio a un escritor israelí y él está contento que se premie a una persona así que escribe desde la cercanía y el coraje. Su apellido es Oz, un nombre judío que significa ‘Coraje’ . Lo cambió por el suyo de familia, porque el se llamaba Amos Klausner.

En su honor ha querido contarme la historia de Kíper, un perro alsaciano al que su amo , Goel, había enseñado a obedecerle. Un día, quiso regalárselo a Sumji, un niño israelí de 11 años al que creía amigo de los ingleses que aún ocupaban su país. Pero no era eso lo que le interesaba a mi papá, sino el arte, la emoción, el conocimiento y amor que tiene de nosotros.- Esta es la historia que me ha contado:


“Con el agudo silbido de Goel, y nada más oír el nombre de Kíper, un alsaciano muy joven y avispado salió como una flecha del patio más cercano y empezó a hacer cabriolas en torno a nosotros, a jadear y gruñir, a saltar y brincar y danzar lleno de felicidad, exultante de excitación; al ser casi un cachorro movía todos los cuartos traseros en vez del rabo solamente. Se acurrucaba contra Goel como si quisiera incrustársele; suplicaba su atención, suplicaba quedarse con él para siempre; buscaba congraciarse con él, no hacía más que suplicarle; se le apoyaba encima, con las patas temblando de contento, con centellas de amor lobuno danzándole en los ojos. Al final, estaba completamente de pie sobre las patas traseras, arañaba el estómago de Goel con toda su fuerza, hasta que de repente éste le atajó, con un "¡Ya basta! ¡Siéntate!", seco y lleno de autoridad.

Al punto, todo aquel amoroso desmán se detuvo abruptamente. Su actitud cambió por completo. Se sentó, con la cola enrollada en torno y una expresión pensativa, presumida casi, en la cara. Mantuvo la espalda, la cabeza, el morro tan tensos como si sostuviera en equilibrio un chelín sobre la punta de su nariz. Tenía prietas las orejas peludas. Estaba envuelto en tal seriedad y humildad, parecía de tal manera un chico recién llegado, inmigrante, que intenta agradar por todos los medios, que resultaba punto menos que imposible no echarse a reír a carcajadas.

Muere — dijo Goel arisco.

Al instante, Kíper se postró a sus pies y metió la cabeza entre las patas para mostrar entera sumisión. Su aflicción era tan delicada como la de un poeta. Su cola yacía inmóvil, le colgaban lacias las orejas, parecía incluso haber dejado de respirar. Ni siquiera cuando Goel arrancó una ramita de una morera que había tras de la verja, Kíper no se movió un solo ápice; no parpadeó siquiera. Solamente el más débil de los temblores pudo percibirse a lo largo de su lomo, erizándole ligeramente su pelambre gris castaño.

Pero cuando, de repente, Goel arrojó el palo a lo lejos y gritó: "Cógelo", con voz severa, el perro saltó como un muelle —no, más bien como un chasquido de chispas al restallar un leño en la hoguera— y hendió el aire describiendo cuatro o cinco arcos en él, como si en su furia le hubieran nacido alas invisibles. Abrió su mandíbula lobuna vi de refilón una lengua entre negra y roja, y unos dientes blancos y afilados para matar—, y al momento siguiente volvía con el encargo cumplido y posaba el palo a los pies de su amo. Luego se tumbó él también, con muda, incluso esclava sumisión, como si quisiera confesar que no estaba preparado para nada, de manera que tampoco exigía nada, excepto cumplir sus obligaciones, naturalmente, a cambio de una breve caricia, ¿verdad que sí?

—Eso es lo que hay —dijo Goel.

Entretanto, el perro alzó la cabeza y le miró con los ojos llenos de ganas de más y de un inmenso amor fiel, que parecían preguntar: "¿Soy un buen perro?".

Sí. —dijo Goel—. Sí, un perro magnífico. Pero ahora vas a cambiar de amo
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"La bicicleta de Sunji".-Amos OZ.- Ed. Siruela P. 50

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