Historias de perros

By DOUCE

Esta mañana, mientras paseábamos, mi papá , por fin, me ha contado algo de lo que había visto y sentido en estos días que ha andado por ahí. Lo primero que me dijo es que me había echado de menos y que debería haberme llevado con él, porque habríamos disfrutado mucho juntos. Luego me explicó que , por distintas razones, no lo había juzgado conveniente y pasó a contarme cosas sobre todos los perritos que se había encontrado y que le habían hecho pensar en mí.

Me contó que los había visto de todos los tamaños, de todas las razas , en diferentes sitios y que en todos había reconocido alguna parte de mí. “Podrías considerarte una privilegiada” – me dijo - al ver en qué circunstancias malvivían algunos de ellos. Y me habló de la situación en que había encontrado a uno de ellos. Atado a la puerta de una casa, bastante sucio, con aire resignado como si considerara lo más normal del mundo el estado en que le dejaban sus dueños. A su lado se encontraban todas las deposiciones que había hecho, durante al menos cuatro o cinco días. Estaban secas , él permanecía sentado, sin un ladrido siquiera al ver la gente extraña que paseaba por delante de él. Ningún gesto de saludo, parecía resignado a su suerte, esperando a que sus amos quizá volvieran algún fin de semana y se ocuparan de limpiarle un poco a él y al espacio que le rodeaba. Mi papá estuvo un rato con él, le acarició un poco la cabeza y se dejaba hacer como si se hubiera ya olvidado de esos signos de cariño.

Me habló también de un perro muy grande , una especie de mastín que acompañaba a su dueña. La señora era propietaria de un torre medieval que la estaba transformando en apartamento al no obtener , según decía, ninguna ayuda de la Administración Regional para ser utilizado como museo. Pero no era eso lo que él quería contarme, sino como aquel enorme perro , muy de acorde con la ‘importancia’ de la torre y de su dueña, parecía tan seguro de sí mismo y de su ‘alcurnia’ que tenía andares de dueño. A pesar de eso, se dejaba acariciar noblemente , tenía un pelo recio. Al acariciarle ,mi papá se acordaba de mi pelo que es mucho más suave y yo mucho más cariñosa , según él.

Me siguió hablando de otros perros que había encontrado. Algunos ladraban cuando veían a un grupo de personas que no conocían. Yo también ladro a veces cuando me encuentro a gente que no conozco, es una forma de advertirles que siento un poco de miedo. Mi papá, que conoce mi lenguaje y el de mis amigos, sabía que acercándose a algunos de ellos, cesarían de ladrar y hasta dejarían hacerse alguna caricia. Lo que si me comentó es que ninguno estaba tan limpio y cuidado como yo. No sé si era un piropo para mí o quería que me fijase en cómo se ocupan de mí todos los de esta casa. Pero entendí perfectamente lo que quería decirme.

Ahora que estamos de nuevo juntos, se ha dado cuenta de que podrá conocer a otros muchos perritos y perritas, pero la relación que existe entre nosotros será única.

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