Las víctimas siempre se llaman igual.

Fue ayer por la tarde,domingo, 24 de junio. Un BMR (Blindado Medio de Ruedas) circulaba por la carretera de Marjayún, lugar donde se encuentra la Base española Cervantes, y Jiam, ciudades libanesas en la frontera entre el Líbano e Israel. Un artefacto, seguramente activado a distancia, hizo saltar por los aires y causar la muerte de Jefferson Vargas 21 años, Jeyson A. Castaño, 20 y Yhon E. Possada de 20, todos de nacionalidad colombiana. Junto a ellos, tres españoles: Jonathan Galea, 18 años, Madrid, Juan Carlos Villora de 20 Ávila y Manuel D.Portas , de 20, Sevilla.

No soy periodista, no voy a hablar ni del conflicto, ni de la maraña político religiosa de la zona que desconozco. Hay una sola cosa que me preocupa y me hace reflexionar sobre este hecho y sobres las Guerras de guerra o las Guerras de paz. Todas son hijas del fanatismo, de los odios o de la prepotencia de unos sobre otros y las respuestas consecuentes.

En estos conflictos de odio siempre los organizan unos pocos que nada tienen que perder en el empeño y siempre son los mismos los que pagan con sus vidas lo que los organizadores de las guerras o los que envían a otros a tratar de arreglar los conflictos . Al leer esos nombres de extraña resonancia me entero, como me imagino que muchos que ‘no son de la guerra ‘, como diría Gila, que también los emigrantes deben engancharse en esos oficios que van dejando los españoles y a sus 20 o menos años buscan en el ejército un puesto de trabajo o de muerte. Antes se les llamaba carne de cañón ahora, da lo mismo que se les llame destrozo de explosivos o carne de muerte.

Estos chicos tenían nombres y tenían vidas: Juan Carlos, había cambiado el seminario por el ejército y esperaba su vuelta para casarse. Jefferson se enroló en Ejército "buscando una estabilidad laboral y tener un oficio". Manuel había ingresado en el Ejército meses después de terminar el instituto. Y así los demás estaban empezando a programar sus vidas. Su vida ha terminado en una carretera del sur del Líbano antes de que empezara a forjarse.Eso es lo que no volverá a recordarse en los periódicos, cuando se hable de este atentado. Sólo para sus familiares y quizá algún amigo, sobrevivirá toda la vida. De dar 'explicaciones' sobre el hecho se encargarán otros.

Otra reflexión que se me ocurre ante la observación de una conocida periodista que escribe hoy un artículo en el País. El artículo lo titula “ Morir en Jiam”, queda muy bien y hasta podía ser el título de una película o de alguna novela. Coincido con ella que poco importa ahora qué grupo, que facción de fanáticos ha hecho saltar por los aires a unos jóvenes que no estaban allí para matar. Poco importa que se llamen Hezbolá (“En el nombre de dios”) o Fatah al Islam ( Conquista del Islam), significativos nombres, “¿qué puede importarles a las madres de quién haya procedido la intención asesina?”. Hasta ahí estoy de acuerdo con la señora Maruja Torres, lo que ya entiendo peor, o no termino de entenderlo, sencillamente, es el párrafo con el que termina su artículo:
“Son buenos, aquí, los españoles. No deben morir ni por una mina israelí ni por cualquiera de los otros rencores enquistados. Pero ojalá hubiera sido una mina israelí. Un incidente aislado” (?).
Mi recuerdo para Jefferson, Jeyson, Yhon, Jonathan, Juan Carlos, Manuel, para sus familias y amigos que a estas ahora se estarán haciendo las mismas preguntas: ¿Por qué se enrolaron...? ¿Por qué los enviaron a ellos...? ¿Por qué les tocó ...? Ésas, y otras preguntas darán mil veces vueltas en sus cabezas, no sólo ahora, sino toda la vida... Y no obtendrán ninguna respuesta que les explique la sinrazón de estas muertes.

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