Los visitantes de la playa

Desembarcaron en la cala como tres extraterrestres. Venían sudorosos y como única vestimenta, su traje de baño, nada moderno por cierto, y unas zapatillas de goma. Uno de ellos, el que parecía más fuerte, cubría su cabeza con un gorro de baño. Rondarían los setenta años.

Al llegar se descalzaron, ataron sus zapatillas a la cintura y se adentraron en el agua. En estos días la temperatura del agua del Cantábrico no es precisamente de las que invite al baño, pero la disposición de estos tres septuagenarios no parecía que reparara en esas minucias. Su objetivo era claro y no parecía que hubieran llegado hasta allí para pararse en barras. Sus vestimentas, quizá sus coches, no debían hallarse cerca. Se veía claro que su destino estaba bastante más lejos que el de los tímidos bañistas que estábamos en la playa, calculando las ventajas e inconvenientes de invitar a nuestras carnes a probar aquellas gélidas aguas.

Los escasos playistas que habitábamos la pequeña cala mirábamos entre perplejos y envidiosos a aquellos tres 'superterrestres' que braceaban ya a bastantes cientos de metros de la orilla, sin detenerse en ningún momento.

De pronto ya ni siquiera se veía el gorro que servía de referecia para seguir su 'singladura' . El final de su travesía se perdió para nuestra vista. Tuvimos que imaginar que al otro lado de la bahía les esperaba la 'ropa de paisano' a estos audaces delfines setentañeros.
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NOTA: Esta mañana, hacia la misma hora, los 'visitantes' volvieron. El mismo rito: zapatillas a la cintura, gorros... y al agua. Antes había sacado una foto de la cala de donde partían y el posible punto de destino. No eran extraterrestres , son hombres curtidos por muchos años de 'navegación' por la vida.

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