Una mañana de domingo

MAÑANA SOLEADA DE DOMINGO.

  • Supongamos, es tan sólo un suponer, que una mañana de domingo sea – o pueda ser – cómo mira el mar una pareja, vista a través de la mirilla que forman las cadenas de un ancla recostada…

  • O supongamos, que es la espera de una barca, varada en la arena, deseando que un remero quiera subirse a bordo y pasee su quilla por el agua…

  • Sigamos suponiendo, que esa misma mañana sea, un ir y venir de gente que pasea por la orilla de una bahía donde el sol se torna luz de agua…

  • O quizá sea el sencillo placer de una perrita que haciendo un alto en el camino se ha sentado en la arena, mientras espera proseguir su paseo mañanero…

  • O que una mañana de domingo sea, tratar de trepar por una tapia, por el placer que produce saber que uno puede ascender buscando con cuidado en la pared las grietas donde asirnos para seguir ascendiendo…

  • Y mientras el barco cargado que abandona el puerto, hace sonar su ronca sirena como si quisiera rasgar la luz de esta mañana, para abrirse camino hacia otros puertos…

  • Seguiremos suponiendo que paso a paso, grieta a grieta, esfuerzo a esfuerzo ya hemos tocado la cima y respiramos. Nos sentimos satisfechos de haber conseguido nuestro propósito…

  • Y ahora, cumplido nuestro sueño, vamos descendiendo poco a poco, deslizándonos por la cuerda que nos sirvió de asidero. Y así, en pequeños vuelos, apoyando nuestros pies en la pared, vamos descendiendo hasta tocar el suelo de nuevo...

  • Esperando que tras la rutina de una semana de trabajo, amanecerán nuevos domingos, soleados tal vez…Y otros paseos, otras barcas, otros barcos, que nos lleven mar adentro.



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