Saber qué decir

SOBRE EL ARTE DE CONVERSAR.

Ayer el Náufrago entró en su librería de cabecera para interesarse por un libro que le habían recomendado. Mientras el librero amigo que le atendía consultaba el ordenador para tratar de localizarlo, el Náufrago echó una ojeada a un díptico-propaganda que había sobre la mesa. En su portada figuraba este título : “ Saber qué decir” y encima , la autora del libro, Debra Fine. El robinsón de esta isla no conocía nada de la autora y al llegar a casa quiso informarse.

Parece ser que Debra Fine es conferenciante, escritora, experta en comunicación empresarial y cosas semejantes. Como a veces ocurre, esta experta en comunicación fue una niña tímida y callada, que decidió adentrarse en el arte de conversar para vencer su timidez El Náufrago es también tímido y a veces un mal conversador por esa causa. Sin embargo, cuando se siente a gusto, puede resultar hasta gracioso. Podría contar cantidad de meteduras de pata en sus conversaciones, fruto de su timidez, pero no es el momento. Quizá un día lo cuente. Al fin y al cabo Douce y esta bitácora son dos de sus mejores interlocutores. Mientras su amigo el librero seguía tratando de encontrar el libro que buscaba, echó una ojeada a las ‘recetas’ y reflexiones sobre “The fine art of smal talk” o “ Saber qué decir”, que es el título en castellano

El Náufrago tiene la impresión de que los españoles, en general, no sabemos conversar. Nuestras conversaciones, por no decir nuestras discusiones, más que diálogos, son monólogos superpuestos. No escuchamos al que nos habla, sólo estamos esperando la ocasión para soltar nuestro rollo, que por supuesto juzgamos importantísimo. Suponiendo que esperemos a que el otro termine de exponer su punto de vista. “Con-versar”, como indica la palabra, debería ser ‘verterse el uno en el otro’ y viceversa, y eso implica atención y respeto.

Todo el mundo tiene la experiencia de tener que soportar a esas personas que no escuchan, que interrumpen a quien está hablando, que sólo están esperando poder soltar su ‘verdad inapelable’. Las tertulias radiofónicas y televisivas son un buen ejemplo de estos monólogos superpuestos, donde ninguno parece tener interés en escuchar al otro. Y así no hay manera de obtener un mínimo de intercambio de comprensión del que tan necesitados estamos. Ni políticos, ni periodistas son, en general, un buen modelo y el ejemplo se reproduce en las conversaciones de los ciudadanos. Nadie escucha a nadie.

Saber escuchar, mostrar verdadero interés por lo que nos dice el otro, es un arte que supone respeto y lo que es más importante interés por lo que el otro quiere decirnos. A veces, saber lo que nos quiere decir, no está sólo en las palabras, sino lo que se esconde detrás de ellas y que no acierta a expresar adecuadamente. Sabemos perfectamente cuándo alguien nos ‘escucha’, además de oírnos. Lo vemos en sus ojos, en su silencio, en un gesto, en sus esperas, o en un ‘uhmmm…’ que nos indica que nos ‘sigue’.

Hay quien, en su afán poseedor de la verdad, va más allá de lo que su interlocutor desea. El que nuestro interlocutor cuente un problema, no quiere decir exactamente que esté pidiendo que se lo solucionemos. Lo único que nos está indicando es que necesita sentir que lo estamos escuchando y tratamos de comprenderle. No nos pide que se lo solucionemos, porque eso es competencia estrictamente personal. Sin embargo, los hay que son auténticos repartidores de ‘consejos’, completamente inútiles. Consejos, que por otra parte ni siquiera el que los da, es capaz de llevarlos a cabo. Se diría que son recetas que él mismo se está dando.

De todas estas cosas debe de hablar el libro cuyo díptico ojeaba el Náufrago. He aquí algunas de las cosas, a modo de introducción, que aparecían en su interior:

1. Sé el primero en saludar y preséntate tú mismo.
2. Demuestra que escuchas a los otros por medio de la repetición de sus comentarios, pero usando tus propias palabras.
3. Muestra entusiasmo e interés por los temas que toques y por tu vida en general.
4. Recuérdale tu nombre al otro si es probable que lo haya olvidado y haz un esfuerzo extra para recordar el nombre de los demás.
5. Procura que haya equilibrio entre la cantidad de tiempo en que das y recibes información.
6. Interésate por lo que opinan tus interlocutores.
7. Haz saber a los demás que te gustaría conocerlos mejor.
8. Cambia el tema de conversación cuando se haya agotado el tema original.
9. Halaga las prendas de vestir, actividades o comentarios de los otros.
10. Siempre que puedas, incluye en la conversación a todo el grupo


En la otra parte interior del díptico de presentación, además del título, aparecían algunos ejemplos, bajo el epígrafe:

EVITAR PREGUNTAR…
  • - ¿Estás casado? ¿ Tienes hijos?
    ¿De qué manera continuarás la conversación si alguna de estas preguntas tiene por respuesta un No?

  • - ¿ Cómo está tu mujer?
    (¡Lo abandonó, se llevó todo el dinero, se quedó con los hijos y, luego, con la casa)

  • - ¿Qué tal?, ¿qué hay de nuevo?
    Estas preguntas suelen llevar a una breve respuesta del tipo Bien ¿Y tú?, y no es más que un saludo, no una pregunta real.
  • - ¿Puedo preguntarte cómo te llamas?
    ¡No es necesario pedir permiso para preguntarle el nombre a alguien!
  • - ... como una ametralladora:
    ¿A qué te dedicas?, ¿de dónde eres?, ¿estás casado?, ¿tienes hijos?, ¿ cuál es tu segundo apellido? Puede parecer un interrogatorio y tu interlocutor saldrá corriendo.
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Referencia: "Saber qué decir". Temas de hoy

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Debra Fine tiene que venir a España para realizar estos cursos de comunicación.
Es un consuelo pensar que una persona tímida y callada, y encima una mujer, es capaz de dar la vuelta a ese problema; y encima dar cursos de comunicación a empresas. Es curioso, pero todos estos cursos, habilidades para aprender el arte de la conversación, la mayor parte vienen de los Estados Unidos.

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