Carta abierta a 2008
Querido y recién llegado 2008:
Antes de que se te suban los humos a la cabeza y de que yo me crea la cara de novedad que presentas, quiero decirte dos cosas. Así, ni tú ni yo nos sentiremos engañados.
Por suerte o por desgracia, digamos que a partes iguales para no parecer demasiado pesimista, ni tampoco un ingenuo, he de decirte que he conocido ya muchos años que amanecieron tan risueños como tú, en sus primeras horas. Tengo, pues, la lección bien aprendida.
Los años es una manera como otra cualquiera que utilizamos los humanos para tratar de engañar a ese señor sin cuerpo al que llamamos Tiempo. O quizá es el Tiempo el que pretende tomarnos el pelo. Por eso se nos presenta dividido en trozos, con cara sonriente, como un bebé recién nacido. Eso eres tú, un hijo pequeño de ese señor: un bebé que nos sonríe. Celebramos tu nacimiento, te recibimos con cantos, campanadas y champán como si fueras diferente de tus antecesores. Y en cuanto acaban de sonar las campanadas, debemos prepararnos a que tú des la tuya.
Te digo todo esto para que no te engrías y te consideres superior a tus antepasados o los antepasados de tu antepasado 2007. El que seas todo redondeles en los que colocar una sonrisa no es garantía de talante. De eso ya tenemos antecedentes y sabemos lo que da de sí la facha. No quiero con esto desanimarte, ni dudo de que vengas con las mejores intenciones. Además, por qué engañarnos, los que hacemos o hacen que un nuevo año sea bueno o catastrófico, no sois vosotros. La culpa es nuestra. Vosotros sólo sois el escenario, y nosotros los actores de la farsa.
Y ahora que ya te he liberado de tus responsabilidades, te revelaré un secreto del que tú serás testigo. Quizá, pasado algún tiempo, quieran cargarte el muerto, pero tú sólo serás el marco del cuadro en el que nosotros trazaremos los garabatos. Y si te digo la verdad, no tiene buena pinta lo que nos espera. Pasados estos primeros días, vas a ser testigo de algo que se viene fraguando desde hace algún tiempo. Lo siento por ti, tu ingenuidad no merece tan reciente sobresalto. A los que hemos visto correr ya algunos años no nos va sorprender. Al fin y al cabo, de una manera u otra, algo tenemos que ver con el cuadro.
Con todo esto, no pretendo desanimarte. Hubo colegas tuyos que cambiaron el rumbo de las cosas. Nos seguiremos viendo. Además rimas con 1808.
Antes de que se te suban los humos a la cabeza y de que yo me crea la cara de novedad que presentas, quiero decirte dos cosas. Así, ni tú ni yo nos sentiremos engañados.
Por suerte o por desgracia, digamos que a partes iguales para no parecer demasiado pesimista, ni tampoco un ingenuo, he de decirte que he conocido ya muchos años que amanecieron tan risueños como tú, en sus primeras horas. Tengo, pues, la lección bien aprendida.
Los años es una manera como otra cualquiera que utilizamos los humanos para tratar de engañar a ese señor sin cuerpo al que llamamos Tiempo. O quizá es el Tiempo el que pretende tomarnos el pelo. Por eso se nos presenta dividido en trozos, con cara sonriente, como un bebé recién nacido. Eso eres tú, un hijo pequeño de ese señor: un bebé que nos sonríe. Celebramos tu nacimiento, te recibimos con cantos, campanadas y champán como si fueras diferente de tus antecesores. Y en cuanto acaban de sonar las campanadas, debemos prepararnos a que tú des la tuya.
Te digo todo esto para que no te engrías y te consideres superior a tus antepasados o los antepasados de tu antepasado 2007. El que seas todo redondeles en los que colocar una sonrisa no es garantía de talante. De eso ya tenemos antecedentes y sabemos lo que da de sí la facha. No quiero con esto desanimarte, ni dudo de que vengas con las mejores intenciones. Además, por qué engañarnos, los que hacemos o hacen que un nuevo año sea bueno o catastrófico, no sois vosotros. La culpa es nuestra. Vosotros sólo sois el escenario, y nosotros los actores de la farsa.
Y ahora que ya te he liberado de tus responsabilidades, te revelaré un secreto del que tú serás testigo. Quizá, pasado algún tiempo, quieran cargarte el muerto, pero tú sólo serás el marco del cuadro en el que nosotros trazaremos los garabatos. Y si te digo la verdad, no tiene buena pinta lo que nos espera. Pasados estos primeros días, vas a ser testigo de algo que se viene fraguando desde hace algún tiempo. Lo siento por ti, tu ingenuidad no merece tan reciente sobresalto. A los que hemos visto correr ya algunos años no nos va sorprender. Al fin y al cabo, de una manera u otra, algo tenemos que ver con el cuadro.
Con todo esto, no pretendo desanimarte. Hubo colegas tuyos que cambiaron el rumbo de las cosas. Nos seguiremos viendo. Además rimas con 1808.
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