Fútbol en la sauna

El Náufrago, aunque no suele meterse en la vida de los demás ya que a él tampoco le gusta que se metan en la suya, tiene, como todo el mundo, su lado cotilla. La bitácora, a veces, tiene también su vertiente de cotilleo y es lo que esta tarde va a hacer el Náufrago, con permiso de su ‘becaria’.

Pues sucede que todas las mañanas, generalmente a horas tempranas, va al gimnasio por eso de mantener su jubilado cuerpo lo menos deteriorado posible. Le gusta nadar y desde que su traumatólogo le dijo que eso le vendría bien a sus supraespinosos, infraespinosos, subescapulares y vértebras cervicales, se hace todos los días unos largos unos cortos y otros medianos en la piscina. Después de la sesión natatoria suele pasar unos minutos en la sauna por eso de eliminar toxinas, más que nada para ver si el proverbio vikingo hace su efecto, ya que, al parecer, en la sauna se evapora hasta la mala leche, amén de otras ventajas, si uno hace caso de los enterados, como desintoxicar la piel, purificar el organismo, dilatar los bronquios, regular la presión sanguínea, mejorar el ritmo cardíaco y circulatorio.

No es que uno crea en todo eso, pero algunas veces, como esta mañana, te enteras de lo que pasa en el mundo. Y ahí llega lo del cotilleo. El Náufrago no sabe de qué hablan las mujeres en situaciones similares, pero sí sabe que una de las conversaciones preferidas del homo ibericus es el furbo. El habitante de esta isla hace que no pisa un estadio de fútbol ¡¡¡uuuhhhhhh!!!, como el lobo de la abuelita, muchísimos años. Quizá más de veinte. Así que ignora crasamente el precio de las entradas, los usos y costumbres de los pobladores de las gradas, las tribunas o los palcos. De todo eso ha podido enterarse esta mañana, mientras se ‘saunaba’. En ese cuarto de luz tenue, bancos de madera, agua y ‘brasero’, podía seguir , entre vapores eucalípticos, la interesante conversación que mantenían dos compañeros de cubículo.

Por ellos supo que esta noche se jugaba el partido de vuelta de la Copa entre el Racing de Santander y el Zaragoza, el precio de algunas entradas de 5, 10 y 15 euros según se tratara de ‘preferencia’, tribuna norte sur, o tribuna principal. Supo además que, al parecer, dada la buena racha del equipo local hacía que la euforia que acompaña siempre a los victoriosos, hubiera logrado que se agotaran las entradas. Pero para el efecto ‘cotilla’, no son esos los datos más relevantes que el Náufrago retuvo. Le parecía mucho más interesante lo que uno de los interlocutores, digamos el ‘informante’, describía con detalles. Cómo él y la pandilla iban a presenciar el evento. Ellos eran de los 10 euros, y ya habían comprado el chorizo ibérico que meterían en la tierna envoltura de media barra de pan. El problema, al parecer, se planteaba ante la dificultad de llevar alcohol al campo, aunque el otro le indicaba algunas formas de hacerlo. De todos modos, al del ‘chorizo ibérico’, lo que le resultaba irritante era el precio ‘abusivo’ de las cervezas, cafés y otros acompañantes. 2,30 € un bote, le parecía excesivo, lo mismo que el café que no tenía un precio ‘zapatero’, sino 2,20 €uros… El Náufrago naufragaba en ese mar de los precios porque , como el señor Solbes, desconocía esos detalles.

Hablando de prohibiciones y permisiones alcohólicas el ‘choricero’ daba fe, porque debía haberlo visto, de que las ‘autoridades’ e invitados ilustres del palco le daban al güisqui que era un primor mientras los ‘proletarios’ de preferencias y tribunas debían darle a la Heinneken. El Náufrago terminó su sesión, les deseó suerte para esta noche y agradeció sin palabras la lección futbolera.

Y es que el Náufrago, a veces, habita otro planeta.

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