El regreso

By DOUCE

A este papá mío cada día le gusta más el pingoneo. De repente le da por hacer el petate, largarse por ahí, y si te he visto no me acuerdo. El viernes pasado cogió el tole y hasta esta noche no ha vuelto. Para recibirle escogí lo más selecto de mi repertorio de agasajos, cucamonas y demás zalamerías. Él, para quedar bien y quizá para aliviar su conciencia que le reprochaba el haberme dejado un poco abandonada, me dijo que había pensado mucho en mí, que cada vez que veía un perrito se acordaba y le hubiera gustado que yo estuviera por allí y bla, bla, bla..

Me habló de los pueblos que había visitado, de los paisajes entrañables de los que se había empapado, de casas, calles, gentes... Luego, como hacen muchos de los que vuelven de un viaje, se lió a enseñarme fotos que había sacado del viaje. A mí, la verdad, eso de ver las fotos a palo seco, me refiero a no poder ver, oler, sentir el aire, poder patear caminos, no me dice gran cosa. Total que le dejé con sus calles, sus casas, sus castillos medio en ruinas, sus puertas, ventanas y cacharros y me dediqué a jugar con la pelota que me habían traído los Reyes Magos por ser buena.

Le dejé con su rollo de la ‘belleza de lo viejo, lo ruinoso, el feísmo, las asimetrías, texturas’ y otras gaitas que no sé de dónde se las saca. Le dejé por imposible porque se lió a hacer ensayos con una foto que hay que frotarse bien los ojos, para ver qué valor estético pueden tener unas vigas viejas, ventanas desvencijadas, piedras, maderas torcidas, verjas oxidadas... Y es que este papá mío, cada día tiene gustos más raros.

En fin, espero traerle de nuevo al camino de la cordura y vuelva a sacarme a pasear, a jugar conmigo y esas cosas normalitas que a mí me interesan. ¡Dichosas fotos!

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