La soledad acompañada

Ahora que se arma tanto ruido a nuestro alrededor, que los periódicos nos invaden de noticias que duran apenas un día y después desaparecen sin dejar ni rastro. Ahora que nos meten por los ojos, miles, millones de imágenes que se borran unas a otras, sin apenas tiempo para detenernos a mirarlas. Ahora que oímos mil músicas, que son como mil ruidos todos iguales. Ahora que miramos, sin ver, oímos sin escuchar, hablamos para no decir nada, pensamos sin que apenas cree nada nuevo nuestra mente…Ahora que creemos ‘vivir’, cuando apenas es ‘sobrevivir’ lo que sentimos, a lo mejor es hora de recordar a Epicuro cuando decía : “retírate dentro de ti mismo, sobre todo cuando necesites compañía”.

Y es lo que trata de hacer, de vez en cuando el Náufrago, cuando deja de lado otros afanes. Retirarse dentro o escuchar a los que un día descubrieron la compañía del silencio, a los que se dedicaron a ahondar en esa profundidad tan nuestra que a menudo tenemos olvidada, tapiada. Recuperar la ‘mirada’, tal vez encontrarla por primera vez.

Leía esta mañana este isleño una carta que Rainer María Rilke a su cuñado Helmut, hermano de su mujer, la escultora Clara Westhoff. La escribía desde Westerwede (cerca de Bremen), donde entonces residía , recién casado. En la carta a su cuñado, que era aún un niño de 10 años, le hablaba de un poema que había escrito en Munich, durante una fiesta bávara. El poema estaba dedicado a una pluma de pavo. Le contaba cómo los asistentes a la fiesta muniquesa ‘mataban el tiempo’, bromeando y haciéndose cosquillas con las largas plumas de pavo. Mientras los demás se divertían mucho con ese juego, él, Rainer o René como le llamaba su madre, se paseaba solo, ‘demasiado orgulloso para cosquillear a nadie”.

Él no hacía más que mirar a la pluma, ‘su forma lanceada, el elástico balanceo de su tallo, la belleza de su parte superior donde el ‘ojo de pavo’, “le observaba con mirada sombría y misteriosa”. Le parecía que veía la pluma por primera vez. Vio cuántas inmensas bellezas contenía la pluma en la que los bulliciosos asistentes a la fiesta no reparaban. Y comentaba a su cuñado:
“ ¿Sabes , querido Helmut, qué fue lo que se mostró como esencial? Constatar una vez más que la mayoría de las personas se sirven de las cosas para hacer tonterías (como hacerse cosquillas) en vez de mirarlas bien y preguntarse por su belleza…
Nada hay de malo que nos hagamos cosquillas de vez en cuando, con plumas o sin plumas, la pena es que tengamos en las manos tantas cosas, o cerca de nuestros ojos tanta belleza y sólo pensemos en hacernos cosquillas. Descubrir en nosotros Ése que sabe ver, que sabe oír, y al ver y al oír, sentir algo que surge del interior de nosotros mismos y aún no habíamos descubierto. O como dice el autor del prólogo al libro que citaba “Cartas del vivir”. “Con ello empieza el camino de la larga iniciación hacia el gozo de sí y del Todo, hacia la experiencia de la propia vida como poema definido y limitado, es verdad, pero a la vez definitivo e inacabable”.

Quizá algo de eso quería decir el filósofo griego: “Retírate dentro de ti mismo, sobre todo cuando necesites compañía”.

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