Los buenos propósitos

Hubo un tiempo, tiempo ha, en que uno pensaba que el cambio de año debía llevar aparejados otros cambios. Hasta quizá hubo quien tuvo la desafortunada idea, siempre en opinión (prescindible) del Náufrago, de hacer propósitos de esto o de lo otro. Lo de siempre: que si el tabaco, que si el inglés, que si el footing mañanero, menos cañas o vaya usted a saber qué otras ocurrencias. El Náufrago, quizá por una cosmovisión bastante determinista de la vida o quizá por ser severo cumplidor de reglas y principios, donde no caben veleidades, caprichos, el dejarse llevar por los instintos y cosas semejantes, no necesitaba hacer propósitos de cambio, puesto que se supone que caminaba ya por la vía adecuada...

Quizá lo hiciera también por no añadir una culpabilidad más a las que a diario le afligían. Sin propósitos, no había 'leyes', aunque fueran propias; y si no había leyes no había quebranto alguno. Curiosa lógica ésta de 'no pongo leyes, no hay quebranto', pero cada cual se rasca como sabe y puede.

Así que haga quien quiera propósitos de enmienda, apunten cuanto quieran cambiar, mejorar o desterrar de sus vidas. Repasen luego semanal, quincenal o mensualmente si han cumplido lo que a sí mismos se prometieron y llénense de orgullo o flagélense en caso de cumplimiento o de fracaso. Son muy libres. Pero ya de paso, apunten por ejemplo que no deben dejarse el móvil en la mesita el primer día de curro. No es por nada, es por si al Náufrago le diera por preguntarles: " ¿Has hecho buenos propósitos para este año?" y el teléfono no contestare.

Si hacen propósitos no se desanimen demasiado.Al fin y al cabo, cuando los latinos inventaron la palabra "pro posere", lo único que querían decir es "poner delante". No indicaban si era para hacerlo o para saltárselo a la torera. Y les aseguro que algunos disfrutan más con lo segundo. Me refiero a lo de pasárselo por debajo de la pierna. Si es su caso, digan sin pena: "¡ Qué flaca es la carne!"

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