Las revelaciones de Douce

- Vaya, Douce, madrugadora te veo. A ti que te gusta descansar y disfrutar de estas mañanitas domingueras.

- Pues ya ves, también conviene cambiar las rutinas de vez en cuando. La vida también es cambio, es un presente cambiante y transformador.

- Filosófica te veo.

- Yo no soy nada filosófica en el sentido que vosotros le dais, diría más bien que soy ‘vividora’. Y no en el sentido que lo entienden algunos humanos, sino en el de vivir-ahora, que si los juntas podía parecerse a ‘vividora’.

- ¡Pues menuda te has levantado, vividora!

- Es que quería contarte algunas cosas de mí que no sabes. Lo pensé el otro día cuando me dijiste que el mirarme te sosegaba y te transmitía no sé cuántas sensaciones.

- Pues es cierto. A veces, cuando mi cabeza está demasiado ocupada, detengo el pensamiento y me dedico a mirarte.

- ¿Y sabes por qué te relajo?

- No sé, tú me dirás. Además, intuyo que estás deseando contármelo.

- Pues sí. Así que deja eso que estás haciendo y escucha un poco mi historia.

- Dejado está. Adelante con tu historia.

- Si yo llegué aquí, hasta tu casa, no fue un capricho de tus hijos que me sacaron de aquella perrera. Yo había llegado allí, un día antes. Según vuestras suposiciones, porque alguien me había abandonado y en parte era cierto. Pero no es toda la verdad.Yo volví a la vida, para acompañarte y acompañar a los de esta casa, por un cierto tiempo.

- Me sorprende lo que dices Douce. Y sólo quiero callar, para que me sigas contando.

- Pues te voy a sorprender bastante más. Antes de ser perra, fui persona. No te voy a decir a qué me dedicaba, pero era una profesión bastante creativa que hacía que estuviera dando constantemente vueltas a la cabeza, para crear cosas nuevas. Pero esa misma cabeza que debía crear cosas nuevas, era al mismo tiempo como una olla o un puchero en constante ebullición. Me refiero a que no dejaba nunca de pensar y pensar… Mi propia profesión me impulsaba a ello, pero al mismo tiempo me creaba angustia, ansiedad, temiendo que algún día se me acabaran las ideas.

Llegó un momento en que empleaba más tiempo en pensar si sería capaz, qué pasaría si se me agotaban las ideas, que pensarían de mí los que confiaban de mi poder creativo. Esos mismos pensamientos, esa intranquilidad, hacían que cada vez dedicara menos tiempos y energías al trabajo propiamente dicho, y dar más vueltas a mis 'problemas'.



-Te escucho y cada vez me intrigas más.

- Pues sigo, no me interrumpas. Todo aquello degeneró en una profunda depresión, no hacía más que dar vueltas a los problemas y me olvidaba de lo principal, de mi trabajo, y lo que es más importante aún: ‘me olvidé de vivir’ como dice la canción.

- ¿Y cómo saliste de ello? Tu historia me interesa.

- Fue un encuentro fortuito, con alguien que parecía venir de otro planeta. Me indicó qué es eso de la mente y el pensamiento. La cantidad de tiempo que le dedicamos y nos impide dedicarnos a lo que realmente importa, olvidarnos por unos momentos de él y dedicarnos de verdad a lo estamos haciendo, viendo o viviendo… Sobre todo viviendo.

- ¿Y lo conseguiste?

- Por el momento, sólo te voy a revelar lo más importante de la historia. Después de varios meses de oír y seguir sus consejos y haber llegado, en gran medida, al fin que nos habíamos propuesto, le dije que había tomado una decisión. Una decisión seria. Mi vida como ser humano, había terminado. Quería morir con mi ‘sabiduría’, pero no para ir hacia la Nada, sino hacia el Todo. Imploré al Ser de la Vida que me permitiera ser perro.

- ¡Douceeee! ¿Seguro que estás bien? ¿No le habrás dado al Cutty Sark que dejé anoche encima de esta mesa? Veo que la botella ha quedado medio vacía.

- Tranquilo. No hay nada de eso. Sé que ahora vas a salir a aprovechar esta hermosa mañana dominguera. Vete, lo necesitas. Te prometo que te seguiré contando cosas de mí que ignoras y que te van a sentar muy bien. Ahora, vete: disfruta de la luz, del mar, de la benevolencia de este aire fresco, pero sobre todo, atiende a la sensación de paz que todas esas cosas te producen.

Y un consejo, deja que tu ‘ebullidora’ deje de borbotear, pensamientos estériles, por no decir dañinos. Disfruta de la mañana y me lo cuentas cuando vuelvas

- Prometido. Hasta luego

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