¡Viva la madre... Naturaleza!

Parece que no, pero una semana sin poder estirar las patas como Dios manda, es algo que una perrita como yo lo echa mucho en falta. Estos días , con un paseíto por los alrededores o aledaños , dos o tres olisqueos, algunas necesidades y para casa, estaba todo arreglado. En esta casa, si no me saca mi papá, los demás se llaman andana, vamos que se hacen los suecos, aunque no sé bien lo que hacen esos escandinavos porque no los frecuento.

Todo este preámbulo para decirles que hoy he animado a mi papá – lo he hecho por él -, ¡ejem!, a que ejercitara su hombro y cogiera un poco el coche para ver si no se le había olvidado eso de conducir y sacarme de paseo. No ha sido difícil convencerle porque la verdad, le veía un poco como un oso enjaulado. Hacía una semana que no veíamos el mar y eso, para los dos, es mucho tiempo.

Así que yo me senté en el asiento del copiloto y le fui indicando cómo tenía que meter las marchas y cómo debía manejar el volante. Parecíamos una autoescuela, yo de monitora y él de principiante, porque aunque lleve la tira de tiempo conduciendo no es que sea un Fernando Alonso. De todos modos no voy a meterme mucho con él porque lo mismo se mosquea y no me saca. Nos dirigimos hacia el faro que es un sitio despejado por donde yo puedo correr a mis anchas y a mis altas.No hago más que corretear por lo prados, subir hasta donde todavía se conservan algunas casamatas de la guerra (¡toma memoria histórica!) y bajar como si estuviera esquiando.

Hoy la hierba esta mojada aún por la helada de la noche y sobre los prados se veían esparcidos montones de algas que algunos vecinos de Monte habían puesto a secar. Quiero decir que de mis correrías volví ‘guapa’. En lugar de patas parecía que llevaba botas de estas de pieles que están de moda. Hacía un sol espléndido y las vistas hacia el sur merecían ser plasmadas en un cuadro: al fondo la silueta de las montañas, en la falda como una bufanda de niebla que las abrigara, el sol reflejándose descaradamente en el mar que como en un espejo devolvía su imagen cegadora. Bueno, no es que yo me fijara mucho en esas cosas , pero mi papá me las contaba y yo hacía como que le escuchaba.

Hacía mucho tiempo que no disfrutábamos de una mañana así, me alegro mucho haberle invitado a salir porque lo necesitaba. Estuvimos por allí como una hora, de paso él ejercitó un poco su hombro como le han aconsejado, poniendo un poco orden en el coche y desechando todos los trebejos que ha ido acumulando. Esto de dejar ordenada las cosas le sosiega y es como si de paso pusiera un poco de orden por dentro. Bueno, eso dice él, porque yo tengo mi desorden muy bien ubicado y no me planteo esas sandeces. En resumidas cuentas , una mañana chachi.

© Douce

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