El bosque encantado. 2ª Parte

OTRA HISTORIA DE DOUCE


Como les decía he pasado una mañana chupi en el bosque. He encontrado a cantidad de amigos, he corrido con los caballos, he visto a los árbitros de fútbol entrenándose, he podido subir a unas pequeñas dunas , contemplar el mar en un día magnífico de sol, ver la ría de Mogro y allá al fondo los Picos de Europa con sus primeras nieves.

Descubrí un arbusto con unos frutos rojos muy bonitos y me dieron ganas de probarlos...

Apenas los probé cuando vi aparecer tres bultos que surgían de entre unos matorrales, dos eran de talla alta y fuertes, el tercero algo más bajo, de menor envergadura. Llevaban el rostro medio cubierto por una especie de pasamontañas que les tapaba la boca y parte de la nariz, la cabeza la llevaban cubierta con una gran boina. Vestían cazadoras , pantalones y botas de montaña. Me estaba fijando en ellos cuando desde la parte izquierda del sendero por donde caminábamos mi papá y yo, aparecieron otros tres personajes cuyos rostros me sonaban algo de haberlos visto no sé donde. El que iba en el centro era bastante alto, con sonrisa de plástico y cara de un cervatillo del bosque. A su derecha caminaba con la espalda algo inclinada un señor , más bajo que él, calvo, con barba blanquinegra, algo descuidada. Tenía la cara llena de arrugas como la de alguien que ha tenido que reñir varias batallas, los ojos, hundidos, indicaban que hacía tiempo que habían perdido la inocencia. A la izquierda del alto, unos pasos más atrás, iba otro individuo de cara redonda, escaso pelo y gafas blancas. Parecía un troll o algún personaje del bosque. Por un momento pensé que estaba como soñando.

Al ver este repentino espectáculo, mi papá me hizo señas y nos escondimos detrás de los árboles. Nos apostamos detrás de uno de gran tronco, conteniendo la respiración, observando a ver qué hacía aquel cortejo. Estuvieron un rato observándose, hasta que los de la izquierda avanzaron unos pasos , hicieron un gesto de saludo inclinando la cabeza, sin pronunciar palabra. Los de la derecha no movieron ni una ceja y con un gesto de la cabeza indicaron a los otros que les siguieran.

Los seis individuos, bueno cinco hombres y una mujer, porque al verlos de cerca me pude dar cuenta de que la tercera de los de la txapela era una chica joven, se adentraron en el bosque hasta un pequeño claro donde había una especie de cueva oculta entre los matorrales. Tras un silbido del más alto aparecieron de entre las ramas otros tres personajes.

Habíamos ido detrás de ellos, conteniendo el aliento , sin hacer ruido procurando que no se dieran cuenta de que los seguíamos. En todo este tiempo ninguno había pronunciado una sola palabra, únicamente se comunicaban con gestos. Ante una indicación con el brazo del que parecía el jefe de los de boina, los tres del zulo empezaron a sacar cajas, sacos, bultos y distintas armas que dejaron sobre una manta sobre el suelo

- “Esto no es más que una muestra. Lo demás ya veremos si lo entregamos cuando hayáis cumplido vuestra parte del trato”, dijo el más alto.

Al que tenía cara de brujo del otro grupo se le iluminaron un poco los ojos, no se sabe si de sorpresa, de un secreto y contenido regocijo, como el avaro de descubriera un tesoro. Echó mano al bolsillo de su chaqueta y pareció hablar por teléfono. Al poco tiempo de distintas partes del bosque apareció media docena de individuos vestidos con traje de camuflaje , rodeando al grupo.

- “ Tranquilos, que hay para todos. No tengáis tanta prisa , dijo con sorna el que parecía el segundo de a bordo y dirigiéndose al calvito :

- “Piquito de oro, ahora ya puedes decir que tienes parte de nuestro regalo navideño, pero no te vayas demasiado de la mui , porque se te puede venir abajo el castillo de naipes. Cuando cumpláis con la parte de vuestro pacto, volveremos a hablar. Ahora , cogéis eso y os largáis, nosotros volveremos por donde hemos venido. Sed buenos chicos y procurad no seguirnos, ya tendréis noticias de nosotros. Agurr....”

No pude entender más. Me despertó la voz de mi papá que decía:

- Douce ¿qué has hecho? ¿Por qué has comido esas frutas rojas?. Te has quedado dormida y estabas como sobresaltada ¿Qué te ha ocurrido? ¿No sabes que no puedes comer de todo lo que se te antoje?


Entonces me di cuenta que lo que había visto era un sueño. Un sueño demasiado ‘ingenuo’ , en un día muy ‘inocente’. Mi papá me dijo que ya era un poco tarde para mandarlo a las redacciones de los periódicos. "Pero pensándolo bien acostumbrados como están a otros cuentos , éste también podrían creérselo, aunque fuera el día de los Inocentes", farfulló.

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