De quejas y vendavales

Vamos a ver , ya que se me ha jodido este acueducto en el que había puesto mis esperanzas para relajarme y evadirme de la rutina cotidiana, por razones que no vienen al caso mencionar, me voy a permitir un ligero desahogo de mi posible malhumor.

Todas las radios, las televisiones , periódicos , servicios meteorológicos del país e incluso los extranjeros – esto último lo supongo – pero como avala mi tesis, lo añado aquí, habían advertido de este temporal ¿ Que cuál es mi tesis? Buena pregunta , porque así me la planteo yo de paso, por qué me pongo a escribir y no se de qué voy a hablar. Pues verán, la tesis podría ser la siguiente. A fuerza de creer que pagar nuestros impuestos nos da derecho a que los servicios públicos funcionen cojonudamente, cosa que la verdad no siempre es así, y si se empeñan añado que frecuentemente no, tampoco es para pedir peras a don Luis del Olmo.

Me refiero a que amparados en el Estado papá, nos hemos hecho unos niños que no paramos de quejarnos y buscar siempre un culpable, antes de preguntarnos si no nos incumbe a nosotros también tomar nuestras propias elementales precauciones. Si se viene anunciando, desde hace varios días, que va a haber fuertes vientos por estas tierras del norte, que los vientos pueden alcanzar velocidades no autorizadas por la DGT, que el viento es un cabroncete y levantan olas de no sé cuántos metros, parece un poco lógico que si yo dejo mi coche aparcado a muy pocos metros de un paseo donde rompen las olas que es un primor, una de esas alocadas olas puede desplazar mi coche unos metros y de paso empujar a los que están al lado y mi Ford, mi Citroën o mi BMW, pueden sufrir unos cuantos abollones.

- “Nadie nos advirtió del peligro que suponía dejar el coche allí con temporal”, dicen al unísono doña Margarita y don Honorio , dos resignados sorianos, de San Esteban de Gormaz, villa ilustre donde Mío Cid, “el que en buen hora cinxo espada”, dijo a los sarracenos: “Aquí estoy yo ¡ Voto a Bríos!” y donde las olas no hacen estas trastadas. Aquí, que no estamos a 850 metros sobre el nivel del mar como su pueblo, y no gozamos de esos cielos azules que ustedes tienen y también los fríos que pelan, si uno va desprevenido, no se ocurre decir a sus autoridades que pongan a la entrada de la villa : “Se ruega traigan ropas de abrigo, camisetas, cartagineses, abrigos, guantes, bufandas, porque de la noche a la mañana, en pleno septiembre, le puede caer a usted una helada y pasar más frío que un senegalés viniendo como ha venido, casi en camiseta”.

Papá –Estado, que está en el estado en que está, tiene demasiados boquetes abiertos como para pedirle este tipo de gollerías y que les advierta que si dejan su coche a cinco metros de un paseo donde rompen las olas con fuerza un día de estos, - cosa que sucede una vez cada no sé cuántos años - les diga, “ Hijos míos muy amados, las olas no respetan nada cuando Eolo las aviva, así que procurad no dejar vuestros vehículos al alcance de sus embites, porque estas señoras son muy mal educadas”.

Menos mal que Honorio y Margarita, llenos de la eterna resignación castellana siempre tienen a mano algún dicho que les sirve un poco de consuelo: “Se nos ha aguado la fiesta, pero intentaremos disfrutar el tiempo que nos queda. Lo malo es que nos hubiera pasado algo a nosotros”. Al menos la pareja aceptaba resignada lo ocurrido, pero siempre hay gente muy ‘documentada’ que dice. “Esto nos ha dejado muy mal sabor de boca, en tal ‘sitio’ hay carteles que recomiendan no estacionar...” Seguramente, pero será que en el tal “rompeolas” ocurrirá con más frecuencia. En los treinta y tantos años que vivo aquí, no recuerdo tanto árbol caído en la ciudad, ni fenómenos como éste.

Lo siento, pero estas cosas les ocurren hasta a los árboles , que sin que nadie les avise, de la noche a la mañana se ven en el suelo y por supuesto comprendo el disgusto de mis amigos santestebeños. A ver si tenemos ocasión y nos vemos por San Esteban disfrutando de una buena caldereta de cordero o degustando un ‘ajo carretero’

Comentarios

Entradas populares