Por tierras de Navarra (2): objetos, momentos
EL LENGUAJE DE LAS COSAS
Cuando se viaja, se descubre a nuevas gentes, nuevos pueblos, nuevas casas, un nuevo entorno. Es como si estrenaras ojos nuevos, un mirar diferente. Hay objetos, detalles, que te sorprenden y reclaman tu atención, como si te hablaran y dijeran: “ fíjate en mí”, “mírame”, tengo algo que te reclama y encuentra un eco en algún rincón de ti mismo.
Puede ser un perro pastor que ha buscado la sombra más fresca del Roncal para protegerse del calor de una mañana de junio, la farola que desde el esquinazo de una casa aguarda la noche para empezar su día... O es el grifo de una fuente que asoma su nariz desde su placa de bronce incrustada entre las piedras o en la rueda de un antiguo molino y brinda su agua fresca, surgida de las entrañas de una montaña.
Esos detalles, esa puerta, esta balanza, escenas que parecen rescatadas del tiempo y que creías ya perdidas para siempre: el apañar - ‘la repañina”- caramelos y monedas a la puerta de la iglesia cuando un orondo padrino lanza al aire golosinas y dineros que muchachos y muchachas (algunos mayores también, para los más pequeños) tratan de cazar al aire o recoger del suelo... Son detalles que parece que reclaman ser rescatados del tiempo o ser fijados en un momento que nunca más volverá a ser ya igual. Nunca más se repetirá la mirada de ese viejo que va hacia tu cámara, entre desconfiado y sorprendido, cuando tratas de encuadrar esa puerta de madera que despliega sus barrotes en forma de arco. A través de ella se entreve el patio de una casa sobria y noble y allá al fondo, aparece el verde de los árboles que la protegen del sol , de las miradas indiscretas y la acompañan en el tiempo.
Esos son los ‘momentos’, las ‘llamadas’, los ‘flashes’ que viven, suenan o te ciegan brevemente con su luz, para que los recuerdes y no te olvides de ellos. Nos dicen, 'nosotros somos el tiempo, una porción más del tiempo que se te ha ofrecido vivir : Carpe momentum'
Cuando se viaja, se descubre a nuevas gentes, nuevos pueblos, nuevas casas, un nuevo entorno. Es como si estrenaras ojos nuevos, un mirar diferente. Hay objetos, detalles, que te sorprenden y reclaman tu atención, como si te hablaran y dijeran: “ fíjate en mí”, “mírame”, tengo algo que te reclama y encuentra un eco en algún rincón de ti mismo.
Puede ser un perro pastor que ha buscado la sombra más fresca del Roncal para protegerse del calor de una mañana de junio, la farola que desde el esquinazo de una casa aguarda la noche para empezar su día... O es el grifo de una fuente que asoma su nariz desde su placa de bronce incrustada entre las piedras o en la rueda de un antiguo molino y brinda su agua fresca, surgida de las entrañas de una montaña.
Esos detalles, esa puerta, esta balanza, escenas que parecen rescatadas del tiempo y que creías ya perdidas para siempre: el apañar - ‘la repañina”- caramelos y monedas a la puerta de la iglesia cuando un orondo padrino lanza al aire golosinas y dineros que muchachos y muchachas (algunos mayores también, para los más pequeños) tratan de cazar al aire o recoger del suelo... Son detalles que parece que reclaman ser rescatados del tiempo o ser fijados en un momento que nunca más volverá a ser ya igual. Nunca más se repetirá la mirada de ese viejo que va hacia tu cámara, entre desconfiado y sorprendido, cuando tratas de encuadrar esa puerta de madera que despliega sus barrotes en forma de arco. A través de ella se entreve el patio de una casa sobria y noble y allá al fondo, aparece el verde de los árboles que la protegen del sol , de las miradas indiscretas y la acompañan en el tiempo.
Esos son los ‘momentos’, las ‘llamadas’, los ‘flashes’ que viven, suenan o te ciegan brevemente con su luz, para que los recuerdes y no te olvides de ellos. Nos dicen, 'nosotros somos el tiempo, una porción más del tiempo que se te ha ofrecido vivir : Carpe momentum'
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