'Menuses' mínimos.
UNA COMIDA DE AMIGOs
Lugar: un Hotel-Escuela sito en un antiguo palacete de finales dle siglo XIX, mimosamente restaurado, en un lugar provilegiado rodeado de jardines. Decorado al estilo montañés, recepcionistas, camareros y camareras elegantemente vestidos de blanco y negro delantal igualmente negro, muy francés, cubriendo faldas o pantalones desde la cintura... sonrisas, elegancias y ademanes de acuerdo con el marco.
La carta: aperitivo, entrada, dos platos a elegir, postres, café y copa. Todo muy elegante, muy escogido, 'très nouvelle cuisine", muy mínimo. Se diría que más que a comer uno asiste a un rito,a un ceremonial en torno a lo exquisito mínimo. Tras la carta y la elección, el sevicio. Un aperitivo minimísimo donde al parecer se trata de encontrar un trocito de queso, una rodajita de cecina y alguna nimiedad más. Sonrisas entre los comensales, comentarios, más sonrisas, mínimas también. No se sabe si es cuestión de mirar , de comer o tan sólo de quedarse con la nimiedad en los labios.
Primer plato: ensalada de bonito y anchoas / patatas almejadas. Servicio: un plato donde un trocito de bonito naufraga entre dos hojitas de lechuga, dos anchoas saladisímas y más hojitas... Miradas de ligera extrañeza y cierta ironía, comentarios ante tal brevedad. No se sabe si mirar aquella menudencia tan regularmente repartida sobre el plato o dedicirse a comer (?)
Segundo plato: Pescado o brocheta de solomillo. Bien la brocheta, un solomillo perfectamente atravesado por un estaquita certera , compartimentado por trocitos de pimiento y cebolla. Excelente presentación, soso aunque excelente solomillo. Las sorpresas ya han cumplido su cupo. Son más sabrosas las anécdotas, las habladurías y los comensales acaban por olvidarse de lo que están comiendo.
Llegan los postres: "degustación de sorbetes" , de mantecado, fresa y manzana. ¿O fueron otros gustos? Es lo de menos. Esta vez el recipiente no parece el adecuado para sorber los sorbertes mal escarchados y flojos de sabor, pero ya no hay lugar para que nadie se sorprenda, porque las conversaciones van completando lo que no figura en la carta.
Tras los postres: café y copa. Quien un whisky , quien un licor de hierbas, quien un orujo que acaban de pòner el broche a la comida.
Conclusiones: Quizá la comida era un pretexto y no fuera tan mínima como pueda desprenderse de este comentario tan mínimo, se trataba de una comida de amigos, de sentir la proximidad o la distancia que te une y te separa de los que comparten mesa contigo. Ver cómo sientes a cada uno de ellos, qué 'sabores' encuentras, en qué momentos te sientes más cerca, cuando te alejas, cuánto sientes comiendo, aunque sea mínimamente, en compañía.
Lugar: un Hotel-Escuela sito en un antiguo palacete de finales dle siglo XIX, mimosamente restaurado, en un lugar provilegiado rodeado de jardines. Decorado al estilo montañés, recepcionistas, camareros y camareras elegantemente vestidos de blanco y negro delantal igualmente negro, muy francés, cubriendo faldas o pantalones desde la cintura... sonrisas, elegancias y ademanes de acuerdo con el marco.
La carta: aperitivo, entrada, dos platos a elegir, postres, café y copa. Todo muy elegante, muy escogido, 'très nouvelle cuisine", muy mínimo. Se diría que más que a comer uno asiste a un rito,a un ceremonial en torno a lo exquisito mínimo. Tras la carta y la elección, el sevicio. Un aperitivo minimísimo donde al parecer se trata de encontrar un trocito de queso, una rodajita de cecina y alguna nimiedad más. Sonrisas entre los comensales, comentarios, más sonrisas, mínimas también. No se sabe si es cuestión de mirar , de comer o tan sólo de quedarse con la nimiedad en los labios.
Primer plato: ensalada de bonito y anchoas / patatas almejadas. Servicio: un plato donde un trocito de bonito naufraga entre dos hojitas de lechuga, dos anchoas saladisímas y más hojitas... Miradas de ligera extrañeza y cierta ironía, comentarios ante tal brevedad. No se sabe si mirar aquella menudencia tan regularmente repartida sobre el plato o dedicirse a comer (?)
Segundo plato: Pescado o brocheta de solomillo. Bien la brocheta, un solomillo perfectamente atravesado por un estaquita certera , compartimentado por trocitos de pimiento y cebolla. Excelente presentación, soso aunque excelente solomillo. Las sorpresas ya han cumplido su cupo. Son más sabrosas las anécdotas, las habladurías y los comensales acaban por olvidarse de lo que están comiendo.
Llegan los postres: "degustación de sorbetes" , de mantecado, fresa y manzana. ¿O fueron otros gustos? Es lo de menos. Esta vez el recipiente no parece el adecuado para sorber los sorbertes mal escarchados y flojos de sabor, pero ya no hay lugar para que nadie se sorprenda, porque las conversaciones van completando lo que no figura en la carta.
Tras los postres: café y copa. Quien un whisky , quien un licor de hierbas, quien un orujo que acaban de pòner el broche a la comida.
Conclusiones: Quizá la comida era un pretexto y no fuera tan mínima como pueda desprenderse de este comentario tan mínimo, se trataba de una comida de amigos, de sentir la proximidad o la distancia que te une y te separa de los que comparten mesa contigo. Ver cómo sientes a cada uno de ellos, qué 'sabores' encuentras, en qué momentos te sientes más cerca, cuando te alejas, cuánto sientes comiendo, aunque sea mínimamente, en compañía.
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