Cuando el teatro es 'Espectáculo'
SOBRE LA REPRESENTACIÓN DE "LA SUCURSAL" (LA MACHINA TEATRO)
Ayer fui al teatro. Bueno, ¿y qué?, se dirán ustedes. Eso mismo me digo yo ¡qué interés pueden tener para los demás adónde vaya yo! Pero la afirmación tiene su porqué, su razón. Quiere decir que , aunque me gusta el mundo de la escena en general, por unas razones o por otras he estado un poco alejado de él. Quiero añadir, que no me considero en condiciones de hacer una 'crítica teatral', así es que lo que voy a hacer aquí es una 'emoción teatral'. Tampoco pretendo ir más allá. No aportaré detalles sobre el autor del texto , el director de la compañía, los actores, los técnicos, maquilladoras o cualquier otra persona comprometida en la obra. Si acaso pondré al final de este 'post' o recado una dirección dónde encontrarán más detalles sobre este grupo teatral denominado "La Machina Teatro".
"La Sucursal", es el título de la obra a la que asistí ayer. Al entrar me esperaba el escenario abierto del salón de Caja Cantabria, una excelente sala de teatro. Una escenografía sobria, pero funcional como podría apreciar después: una pared, por donde sobresalían las ramas de un árbol , un hueco por el que minutos más tarde aparecerían los personajes, tres cruces-farolas que iluminaban aquella especie de taller o de chabola... y una especie de muro hecho a base de colchones de espuma, que se irían transformando a medida que avanzaba la pieza en sillones, camas, suelo, escudos, muros...
Tras unos minutos de espera , las luces se fueron apagando y una leve música de acordeón fue surgiendo detrás del muro que poco a poco fue derrumbándose para dejar aparecer a los diferentes actores: un Lorenzo, la mirada perdida, su cuerpo pequeño embutido en un enorme jersey que casi le llegaba a las rodillas movía sus dedos buscando las teclas y los botones del viejo acordeón, su 'abanico', su 'máquina'. Poco a poco fueron apareciendo los otros dos personajes un Rogelio de melena despeinada, amplia frente despejada, zambo, de pantalones raídos y chaqueta exagerada, caminando haciendo zetas por el escenario. Finalmente el Capataz, cabeza potente y redonda como toda su calvicie, acordeón prendido de sus hombros y cayada en mano, la voz fuerte y agria, el ademán enérgico, pierna poliomelítica...
Cuando la música monótonamente repetida cesó, empezó aquel 'ensayo medicante'. El lenguaje libre, áspero, sin concesiones del Capataz que dictaba las consignas a aquella exigua 'orden mendicante' era replicado por el no menos desgarrado y agraz lenguaje de los interpelados. Y el escenario se convirtió en el ensayo de un ballet mísero y desgarbado que recorría la escena en el caminar patizambo de Rogelio al son melancólico de su 'abanico'. Aquella danza ondulante a veces se detenía ante la réplica áspera y firme del capataz, las protestas del danzante y las burlas , saltos y gestos arrítmicos de Lorenzo.
Este extraño ballet, el juego de las luces que iban iluminando alternativamente la escena, la cara o algunos rincones del aula-taller, la música, los gestos de los protagonistas, el lenguaje agrio y transgresor era el 'Espectáculo' que a mí me emocionaba y me trasladaba a los orígenes de un teatro como el que Molière veía en las plazas de Paris o de cualquier pueblo a la Comedia dell Arte. Un teatro que más allá del texto que en este caso tenía su 'mensaje' de denuncia y parábola de explotadores y explotados, de patrones y asalariados, pasó para mi goce emocional a un segundo plano. Disfrutaba de la 'actuación' de estos artistas, de la modulación de sus voces, del lenguaje de 'autoridad' del capataz, de las risas, los bailes, del bailar de los ojos, de los dedos y las manos de Lorenzo, de la acidez, escepticismo y zizzageo de Rogelio. Disfrutaba de aquel 'Espectáculo' de luces mortecinas, de música , de cantos, de gestos esperpénticos y bailes al ritmo de la sumisión y la impotencia.
Y al final en este texto-metáfora del Poder y la Sumisión, de la Autoridad y los Dominados , por una esquina del teatro tronó la Voz potente que recordaba a los 'rebeldes' cual debía ser su 'danza'.
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Ayer fui al teatro. Bueno, ¿y qué?, se dirán ustedes. Eso mismo me digo yo ¡qué interés pueden tener para los demás adónde vaya yo! Pero la afirmación tiene su porqué, su razón. Quiere decir que , aunque me gusta el mundo de la escena en general, por unas razones o por otras he estado un poco alejado de él. Quiero añadir, que no me considero en condiciones de hacer una 'crítica teatral', así es que lo que voy a hacer aquí es una 'emoción teatral'. Tampoco pretendo ir más allá. No aportaré detalles sobre el autor del texto , el director de la compañía, los actores, los técnicos, maquilladoras o cualquier otra persona comprometida en la obra. Si acaso pondré al final de este 'post' o recado una dirección dónde encontrarán más detalles sobre este grupo teatral denominado "La Machina Teatro"."La Sucursal", es el título de la obra a la que asistí ayer. Al entrar me esperaba el escenario abierto del salón de Caja Cantabria, una excelente sala de teatro. Una escenografía sobria, pero funcional como podría apreciar después: una pared, por donde sobresalían las ramas de un árbol , un hueco por el que minutos más tarde aparecerían los personajes, tres cruces-farolas que iluminaban aquella especie de taller o de chabola... y una especie de muro hecho a base de colchones de espuma, que se irían transformando a medida que avanzaba la pieza en sillones, camas, suelo, escudos, muros...
Tras unos minutos de espera , las luces se fueron apagando y una leve música de acordeón fue surgiendo detrás del muro que poco a poco fue derrumbándose para dejar aparecer a los diferentes actores: un Lorenzo, la mirada perdida, su cuerpo pequeño embutido en un enorme jersey que casi le llegaba a las rodillas movía sus dedos buscando las teclas y los botones del viejo acordeón, su 'abanico', su 'máquina'. Poco a poco fueron apareciendo los otros dos personajes un Rogelio de melena despeinada, amplia frente despejada, zambo, de pantalones raídos y chaqueta exagerada, caminando haciendo zetas por el escenario. Finalmente el Capataz, cabeza potente y redonda como toda su calvicie, acordeón prendido de sus hombros y cayada en mano, la voz fuerte y agria, el ademán enérgico, pierna poliomelítica...
Cuando la música monótonamente repetida cesó, empezó aquel 'ensayo medicante'. El lenguaje libre, áspero, sin concesiones del Capataz que dictaba las consignas a aquella exigua 'orden mendicante' era replicado por el no menos desgarrado y agraz lenguaje de los interpelados. Y el escenario se convirtió en el ensayo de un ballet mísero y desgarbado que recorría la escena en el caminar patizambo de Rogelio al son melancólico de su 'abanico'. Aquella danza ondulante a veces se detenía ante la réplica áspera y firme del capataz, las protestas del danzante y las burlas , saltos y gestos arrítmicos de Lorenzo.
Este extraño ballet, el juego de las luces que iban iluminando alternativamente la escena, la cara o algunos rincones del aula-taller, la música, los gestos de los protagonistas, el lenguaje agrio y transgresor era el 'Espectáculo' que a mí me emocionaba y me trasladaba a los orígenes de un teatro como el que Molière veía en las plazas de Paris o de cualquier pueblo a la Comedia dell Arte. Un teatro que más allá del texto que en este caso tenía su 'mensaje' de denuncia y parábola de explotadores y explotados, de patrones y asalariados, pasó para mi goce emocional a un segundo plano. Disfrutaba de la 'actuación' de estos artistas, de la modulación de sus voces, del lenguaje de 'autoridad' del capataz, de las risas, los bailes, del bailar de los ojos, de los dedos y las manos de Lorenzo, de la acidez, escepticismo y zizzageo de Rogelio. Disfrutaba de aquel 'Espectáculo' de luces mortecinas, de música , de cantos, de gestos esperpénticos y bailes al ritmo de la sumisión y la impotencia.
Y al final en este texto-metáfora del Poder y la Sumisión, de la Autoridad y los Dominados , por una esquina del teatro tronó la Voz potente que recordaba a los 'rebeldes' cual debía ser su 'danza'.
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