Paseo matutino por Mataleñas

Esta mañana , mi papá y yo hemos dado un paseo por uno de nuestros rincones favoritos. Mi papá quería estrenar la cámara de fotos, porque desde que le birlaron una este verano en Paris, no había vuelto a fotografiarme. ¡Con lo que nos gusta a los dos!

Hace unos días me han cortado el pelo, por eso tengo una figura tan esbelta.Pueden comprobarlo en la foto en la que apararezco encima de la valla, contemplando la bahía.

He encontrado también varios amigos y nos hemos saludado. Ha sido un paseo de los que a mí me gustan

Comentarios

Enrique Gallud Jardiel ha dicho que…
¿A quién se le ocurre llevarse una cámara de fotografiar a París? La tradición local de robarlas es muy antigua y está documentada. Se sabe que cuando Felipe el Hermoso procesó a los Templarios para quedarse con sus dineros, al gran maestre de la Orden (Jacobo de Mornay creo que se llamaba, no estoy seguro) se le acusó principalente de sodomía, tratos con el diablo y robar varias cámaras fotográficas. Él confesó en el potro y fue condenado a la hoguera. Mientras era quemado y las llamas prendían en su barba, fue relapso y gritó que de los crímenes de sodomía y satanismo era inocente. Maldijo al rey y a sus descendientes hasta la decimotercera generación de su linaje... Pero el robo de cámaras fotográficas no se atrevió a negarlo.
Además, todas las guías turísticas lo mencionan repetidamente, o sea, que fuiste muy poco previsor.
Douce ha dicho que…
Pues sí,lo reconozco,fue una ingenuidad mía el dejar la cámara al alcance de los "Destemplados" robacámaras parisinos. Había subido a lo alto del Trocadéro para sacar unas fotos de la explanada con la Torre Eiffel al fondo.
Al entrar en la estación de Trocadero camino de Iéna, entramos todos apretujados, cual sardinas en el vagón del metro. Fue entonces cuando noté un "achuchón" que me resultó algo anormal. Pensé, que sería una "courtoisie" más de algún parisino, que después de "joderte" te dice cínicamante "Pardon!". Así que ni me molesté en girar la cabeza. Fue dos estaciones más tarde cuando me dí cuenta que mi Olympus había desaparecido. Se me quedó una cara de auténtico gilipollas. Me maldije a mi mismo por idiota, y empecé a sentirlo, no tanto por la cámara, que también, sino por los centenares de fotos que había hecho con todo el cariño, y que no recuperaría. Tardé varias horas en asimilar mi idiotez.

En ese momento no pensé en el Gran Maestre Jacobo de Molay. Tú me has hecho recuperar su historia y de los otros tres maestres ejecutados con él, en el "parvis" de Notre-Dame. Y la verdad, que aunque iletrado pudo exclamar bien alto:
"¡Nos consideramos culpables, pero no de los delitos que se nos imputan, sino de nuestra cobardía al haber cometido la infamia de traicionar al Temple por salvar nuestras miserables vidas!".

Como ves, de la cámara, no dijo ni muuuu!:-)

Gracias de nuevo por aliar tan bien humor, historia y complicidad.

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