El almendro , los ciruelos, los raqueros

Buenos días, soy Douce. Ya saben, la perrita de este náufrago de pacotilla

Esta mañana, mi papá me sacó a dar un paseo. El día se había despertado algo gris pero hacía una temperatura agradable. Me dijo que tenía interés en ver cómo estaban los ciruelos chinos que hay cerca de casa y en otros paseos de la ciudad. Estos arbolitos son un poco ingenuos, cada año se creen el slogan del Corte Inglés: " Ya es Primavera..." y en cuanto lo leen empiezan a mostrar sus florecitas. No saben que D. Isidoro Alvarez es un tío muy espabilado que se inventa semanas de oro, tarjetas regalo, más semanas blancas, "compre usted hoy que ya me encargaré yo de cobrárselo..." y cosas de ésas para tener a la gente enganchada, haciendo colas enormes para abalanzarse sobre camisas, faldas, sujetadores, corbatas, pantalones y demás cosas imprescindibles y sobre todo baratísimas. Pero este año los ciruelos, escarmentados, han decidido no fiarse del slogan de D. Isidoro, y están esperando a tiempos mejores para mostrar su flores.

Bueno a lo que iba, que siempre me pierdo, a falta de ciruelos en flor, no están mal los raqueros, se dijo mi papá. Su interés por los ciruelos, se lo explico luego. Vayamos ahora con los raqueros. En Santander , cuando el Puerto pesquero estaba todavía en Puerto Chico, y allí atracaban los barcos de los pescadores y las mujeres gritaban sus pescados, con el cesto encima de la cabeza, merodeaban entre los barcos de la dársena, unos chavalillos que vivían sobre todo de lo que por allí apañaban. A estos personajes les llamaban raqueros, y aún se emplea este nombre para denominar a gente mal hablada o sin educación.

Mi papá , decidió que dejáramos los ciruelos, y aprovechó la apacibilidad de la mar , la buena temperatura y los escasos paseantes para sacar unas fotos a la bahía y a las pequeñas esculturas que recuerdan a aquellos chavalucos. A mí , no es que me caigan mal estos muchachos, pero prefería olfatear el rastro de mis amigos o echar una ojeada por el paseo por si divisaba algún chucho simpático. Total, que con este trajín , no dejaba a mi papá sacar las fotos a su gusto. Me dejó un poco suelta, un ojo en mí, otro mirando por la cámara y sacó como pudo algunas fotos.

Les explico ahora por qué los ciruelos. Mi papá quería sacar a los ciruelos en flor, porque es lo más parecido que por estas tierras se parece a los almendros. Y es que él tiene una especial simpatía por esos árboles, o por mejor decir por un almendro que conoció un buen día haciendo otros paseos. Tiene cariño porque es un árbol que le ha dado sombra fresca en los calores del verano, le ha ofrecido sus almendras más hermosas, le ha resguardo de los fríos, y ha sido cálido cuando lo ha necesitado. Es un árbol al que también le habla, como habla conmigo, de las cosas que le preocupan o le gustan, al que puede contarle todo porque sabe que es un árbol que le conoce muy bien y al que él también quiere. Cuando llegan estas fechas en que cada año se abre a la vida, como si fuera una nueva primavera , le apetece recordarlo y desear que siga dando sombra y fruto, a pesar de todos los rigores invernales o los otoños caprichosos.

No hay flores de ciruelos para ofrecerle, pero sí las fotos de estos simpáticos chavales a los que Pereda describe tan bien: “...El que intervenía en todos nuestros juegos como socio industrial; el que pagaba si perdía, con el crédito que nadie le prestaba, pero que, por de pronto, ganaba cuanto jugábamos; el que con sólo un silbido hacía surgir detrás de cada montón de escombros media docena de los suyos, dispuestos a emprenderla con el mismo Goliat; el que era tan indispensable al Muelle de las Naos como las ranas a los pantanos, como a las ruinas las lagartijas; EL RAQUERO, en fin." (José Mª Pereda: "El raquero")

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