La vida por delante

Foto: DOUCE

Sucedió esta mañana. La ciudad celebraba el día de la bicicleta. Centenares de ciclistas: niños, mayores, hombres, mujeres, de todas las edades, pedaleaban por calles y avenidas, veloces, sosegados, felices.

En la acera, sentado sobre una bolsa, sombrero, gabardina, la mano extendida mostraba un cartón donde había algunas monedas. La mirada perdida, sin levantar la vista, ajeno a todo lo que pasaba por delante. Ni él miraba a la gente, ni los paseantes se fijaban en él, atentos a los que rodaban por el asfalto o la acera. No se sabe por qué lugares rodaban sus pensamientos, si es que  tenían ánimo de pasear por algún sitio.

Pasó por delante de él sin atreverse a mirarle para no romper su silencio interior. Miró brevemente su 'bandeja' de cartón. Apenas unas monedas de dos o cinco céntimos. Se volvió y dejó unas monedas de algo más valor. Dio dos pasos, volvió la cabeza para ver si su cara ensoñada había reaccionado, y vio que recogía esas monedas las guardaba en el bolsillo y dejaba en su cartón las demás. ¿Una pequeña estratagema? ¿Quería mostrar que en su colecta no había suficiente para comer o tomarse un chato de vino que le hiciera olvidar su mirada perdida? ¡Qué importan las razones, si lo importante es que la miseria y la soledad le habitan!

A diez metros de él. En una plaza, subido en un templete, un ‘animador’, micrófono en mano, anunciaba los premios que se iban a sortear entre los centenares de ciclistas. Dos mundos cercanos y distantes a la vez. A muchos años luz de vida.