Cazador de instantes
DE GRISES Y DE AMORES
Ocurrió el domingo pasado. Una mañana de un domingo gris de septiembre. Había caído una leve lluvia que enseguida había amainado. Era el momento adecuado para darse un paseo por los jardines y el malecón. Serían ya las once pasadas. Donde normalmente niños, padres, abuelos, personas mayores, forasteros y locales aprovechan para pasear, apenas había nadie. Llevaba su cámara en la mano. En principio le atrajo el grupo escultural que evocaba la desolación causada por el incendio de una parte del centro de la ciudad, un día con viento sur, de febrero de 1941. Aprovechó que apenas había tráfico y se acercó al césped de la rotonda para captar las actitudes de aquellas estatuas desnudas de desolación.
Siguió el paseo, y se dedicó a otros monumentos y fuentes. Ya de vuelta, sin saber por qué, le atrajo la actitud de una joven pareja. En principio, ni la hora, ni el día parecían el momento del paseo. Al menos él, no se sabe con qué criterio, así lo dictaba. Pasaron delante de él. La chica miraba con cierto arrobo a su compañero, se besaron y ambos siguieron el paseo con sus brazos en las caderas. No estaba en su agenda este tipo de ‘instantes’, pero sin saber por qué, su cámara se fijó en ellos y de paso le sugirieron un 'tema' no esperado.
Al llegar a un paso de peatones se detuvo y vio un grupo de extranjeros. Por su hablar, su atuendo y la cercanía del puerto, parecían ‘peregrinos’ británicos que iniciaban su Camino de Santiago por la senda del norte. Debían de haber bajado del Ferry y se dirigían hacia la Oficina de Turismo. Quizá la novedad, quizá lo menos frecuente, le movió de nuevo a recoger aquel momento.
Sin pretenderlo, la joven pareja le había convertido en improvisado ‘paparazzi’. Es cierto que sentía una ligera sensación de ‘voyeur’. Le llamó la atención una pareja ya no tan joven. Rondarían los cuarenta o más, se detenían y se besaban apasionadamente, ajenos a todo lo que les rodeaba. El fotógrafo, se sintió entonces más indiscreto, pero pudo más el deseo de completar su ‘serie’. Para acallar un poco su malestar por esos besos robados, decidió completar su ‘colección parejas’, con la última.
Eran ya cerca de las doce. Las campanas vecinas de la catedral llamaban a los fieles. Le sorprendió un sonido que hacía tiempo que no oía. Le sonaban a tiempos muy lejanos… Aprovechó para sacar la última foto. Iban del brazo… “camino de la Catedral”, se dijo él. Así, con esa 'piadosa' foto, pensó que aminoraría su complejo de ‘mirón’.
Ocurrió el domingo pasado. Una mañana de un domingo gris de septiembre. Había caído una leve lluvia que enseguida había amainado. Era el momento adecuado para darse un paseo por los jardines y el malecón. Serían ya las once pasadas. Donde normalmente niños, padres, abuelos, personas mayores, forasteros y locales aprovechan para pasear, apenas había nadie. Llevaba su cámara en la mano. En principio le atrajo el grupo escultural que evocaba la desolación causada por el incendio de una parte del centro de la ciudad, un día con viento sur, de febrero de 1941. Aprovechó que apenas había tráfico y se acercó al césped de la rotonda para captar las actitudes de aquellas estatuas desnudas de desolación.
Siguió el paseo, y se dedicó a otros monumentos y fuentes. Ya de vuelta, sin saber por qué, le atrajo la actitud de una joven pareja. En principio, ni la hora, ni el día parecían el momento del paseo. Al menos él, no se sabe con qué criterio, así lo dictaba. Pasaron delante de él. La chica miraba con cierto arrobo a su compañero, se besaron y ambos siguieron el paseo con sus brazos en las caderas. No estaba en su agenda este tipo de ‘instantes’, pero sin saber por qué, su cámara se fijó en ellos y de paso le sugirieron un 'tema' no esperado.
Al llegar a un paso de peatones se detuvo y vio un grupo de extranjeros. Por su hablar, su atuendo y la cercanía del puerto, parecían ‘peregrinos’ británicos que iniciaban su Camino de Santiago por la senda del norte. Debían de haber bajado del Ferry y se dirigían hacia la Oficina de Turismo. Quizá la novedad, quizá lo menos frecuente, le movió de nuevo a recoger aquel momento.
Sin pretenderlo, la joven pareja le había convertido en improvisado ‘paparazzi’. Es cierto que sentía una ligera sensación de ‘voyeur’. Le llamó la atención una pareja ya no tan joven. Rondarían los cuarenta o más, se detenían y se besaban apasionadamente, ajenos a todo lo que les rodeaba. El fotógrafo, se sintió entonces más indiscreto, pero pudo más el deseo de completar su ‘serie’. Para acallar un poco su malestar por esos besos robados, decidió completar su ‘colección parejas’, con la última.
Eran ya cerca de las doce. Las campanas vecinas de la catedral llamaban a los fieles. Le sorprendió un sonido que hacía tiempo que no oía. Le sonaban a tiempos muy lejanos… Aprovechó para sacar la última foto. Iban del brazo… “camino de la Catedral”, se dijo él. Así, con esa 'piadosa' foto, pensó que aminoraría su complejo de ‘mirón’.
Comentarios
Felicidades, mirón.
:)
¿Que sucederá primero? la imagen o ¿acaso son las emociones o pensamientos los que atraen las circunstancias y desencadenan los eventos que se suceden fuera? -entonces se abre paso desde algún desconocido lugar el post "cazador de instantes" - una forma de fotografiar el momento interior.
Por unos instantes fui tu cómplice.
Gracias
Eso me alivia bastante de mi complejo de mirón.Lo que me sigue sorprendiendo es que no surgiera, 'ex profeso', la busca de esas imágenes.
Se hizo una 'luz', y luego, poco a poco, casi seguidos, se produjeron estos momentos.
A veces, me acompaña mi cámara. Me gusta 'captar y retener' los 'segundos'.
Intercambiamos esos momentos. Además, de lejos, se ven desde otros ángulos, diferentes de los que viven los autores y se enriquecen con 'otras miradas'.
A decir verdad, no sé que surgió primero: los hechos o las emociones. O es que no andan tan lejos los unos de los otros.
Hay algo que 'dispara' lo que ya nos habita. Indudablemente, cada uno tiene una 'mirada' diferente de lo que nos rodea. Lo que ocurre alrededor es como un espejo en el que nos miramos y cada cual recibe imágenes diferentes. Al fin y al cabo miramos a los demás y lo que vemos, lo hacemos desde nuestra óptica personal.
Una fuente, un perro, un árbol, una pareja, el suelo mojado... cada cual ve de una manera diferente lo que nos encontramos.
Algo de eso debe de ser. Gracias a ti
Debiste pasar una muy bonita mañana.
Me producen una especie de extraña ternura mezclada con envidia, esas parejas ya maduras que todavía se cogen de la mano para pasear. Eso no se debería perder nunca en un matrimonio (o relación estable, que ya no se sabe).
Bonitas fotos.
Me gustó la mañana por muchas razones, además de ésas. Los jardines olían a tierra mojada, la temperatura marcaba 23 o 24 grados, apenas había gente como sucede otros domingos a esas horas y por otras causas. Eran el lugar y el momento ideal para pasear cámara en mano.
Me gusta 'aprisionar' esos momentos que nos sorprenden cuando paseamos por la calle, sin prisas ni agobios. Siempre es agradable poder revivir esos momentos.
Instantes perfectos para la foto, sí.