Cuando mueren las palabras

LENGUAJE DE UN JUBILADO

A veces, la muerte de un escritor se convierte en una extraña y llamativa campaña publicitaria. El Náufrago lo pudo ver con sus propios ojos, algunos días después del adiós de Miguel Delibes, cuando fue a comprar algunos libros del autor. Toda una mesa llena de sus libros, en todas las colecciones y formatos. El Náufrago compró tres. Uno, era para regalarlo. "Cinco horas con Mario", los otros dos, obedecían a motivos diferentes: “La señora de rojo sobre fondo gris”, porque alguien amigo se lo había recomendado y el “Diario de un jubilado”, por razones obvias.

Hace unos días terminó de leer el segundo. Un librito como a los que a él le gustan: formato de bolsillo, apto para ser leído en cualquier parte, pastas flexibles y no demasiado largo. No le atraen demasiado esos libracos de gruesas tapas de cartón, de más de seiscientas páginas y que aparecen en las librerías con enormes carteles publicitarios. En general, a estas alturas, teniendo tantas cosas ‘antiguas’ que no he leído, no tengo tiempo, ni demasiada curiosidad por los Millenium y similares. No puedo atender a los best sellers, cuando hay una lista enorme que me espera. Algunos fueron escritos hace dos mil años y aún están vivos. Estoy divagando, como siempre y no he contado qué es lo que me gustó del Diario de un jubilado.

Para empezar, tengo que decir que no es un ‘gran’ libro, ni de los mejores de Delibes, pero yo lo leí de dos tirones y lo que más se adecuó a mi ‘status emocional’ fue el ‘habla’ de Lorenzo, sus usos léxicos y giros sintácticos, supervivientes en un mundo al que la vida le había llevado. Un mundo para el que Lorenzo, como muchos de nosotros, había sido educado y que hace muchos años que ya no existe.

Esas palabras perdidas, esos modismos, esos giros, esa manera de hablar, de la que apenas van quedando ejemplares. ¿Quién entiende ahora este juicio de Lorenzo sobre el cursi poeta al que sirve de ‘lazarillo’? “El gicho, la ha cogido modorra con el Duque” o esta expresión que utiliza a menudo, cuando quiere hablar de su ‘parienta’, de su ‘chavala’ de sesenta años: “¡Gibar, con la parienta!” Este “¡no te giba!”, la habrá repetido centenares de veces el Náufrago niño y también se la habrán espetado sus amigos. Pero esa palabra ya desapareció de su vocabulario. Como ha desaparecido ‘andóbal’, ‘entumido’, tolondro’, ‘camamas’... Tampoco ‘tranca’ ya la puerta, la cierra, ni usa ‘Candé el pico para no poner peor las cosas’.

¿Y donde oiré esté diálogo ‘indirecto’?: - “Y ¿después? Le pregunto yo con las del beri.- El cipote puso cara de mandria y añadió: después de reventar y que te entierren con pellejo y todo’. Por no añadir la reacción de su amigo: ‘Partenio que andaba con la pichicharra de la tasca, se fue a casa amorrongado'. Quizá encontremos otras algo más próximas, como ‘la fetén’, que cada cual se acomode donde le ‘pete’, ‘siempre he sido culo de mal asiento y la ‘pachorra’ me descompone…Todo el libro transcurre en este registro de vocabulario y sintaxis. Ese lenguaje que ya se ha muerto o está apunto de desaparecer.

Si alguien, nostalgias aparte, por el simple placer de rebuscar y encontrar el sentido de estas palabras, modismos, dichos, desea conocer algo más por la parla del escritor pucelano, pueden echar un vistazo y ‘guipar’ todo un diccionario ‘delibiano’ con palabras y expresiones que no aparecen en el DRAE.

Cátedra Miguel DELIBES:

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