Esperando a su amo

LAS CRÓNICAS VERANIEGAS DE DOUCE

Pues mira, Douce, te contaré lo que pasó esta mañana, ya que no pudiste acompañarme. Como sabrás, hoy era el último día del mes de julio y eso se notaba en la concurrencia de gente en la playa. Los veraneantes 'julianos' habían hecho ya las maletas del regreso y los 'agosteños' aún no habían llegado. O sea que estábamos los de casa.

- ¿Y por qué me cuentas esas obviedades, para darme más envidia?

- ¡Caray, contigo, siempre tienes que tirarme alguna puntadita!. Simplemente quería contarte una anécdota que me llamó la atención. Y ahora que lo pienso, me da en la nariz que va a dar lugar a alguna puyita tuya.

- Tú cuenta y luego te diré si es 'puyita' o estoconazo.

- Te cuento. No sé si te habrás fijado que hay un señor ,algo mayor, que suele ir a nuestra playa. Casi siempre entre las once de la mañana y el mediodía. Llega con su mochila y su perrito, ata al animal a la barandilla que circunda la playa, saca de su mochila un botellín de agua y lo vierte en un cuenco de plástico. Luego le hace algunas caricias, como si le dijera: “Rinti, espérame un poquito que me doy a dar un baño y luego vuelvo”. Y el perro le hace caso, se queda allí y no pierde de vista a su amo. Mucha gente que pasa por delante se detienen a mirarlo, allí, sentado o de pie, esperando. Algunos le hacen carantoñas y hasta 'hablan' con él

- Por curiosidad, ¿estás tratando de insinuar algo con tu relato, referente a mí? ¿Por qué insistes en eso de “se queda allí y no pierde de vista a su amo”? ¿Es alguna indirecta? Porque te veo venir, y antes de que sigas, voy a decirte que yo también sabría esperarte. Quizá al principio armaría algún alboroto y me pondría a ladrar, pero eso es porque tú no me has enseñado a saber esperar.

- Lo sé. No he sabido enseñarte a tener paciencia, porque yo tampoco soy paciente y segundo porque no sé dejarte sola. Para tu tranquilidad he de decirte que comenté este hecho con su amo, sobre lo bien que se portaba Rinti y me dijo :"No crea, a veces también protesta un poco, pero luego se calla”

- ¿Lo ves cenutrio? En todos los pucheros se cuecen habas.

- Tienes razón, porque hoy, como si me hubiera oído, ladró un poquito cuando vio que su amo se metía en el agua. Duró poco. Luego se sentó y esperó pacientemente el regreso de su amo. Por cierto que también coincidimos en el regreso. Fue entonces cuando le pregunté por el nombre de su perro y su edad (la del perro, me refiero) Mientras me hablaba de él me llamó mucho la atención una frase que comprendo muy bien: “Es que me hace mucha compañía”. Y entonces pensé en ti.

- Menos mal, que lo has arreglado un poco

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