De México a Guatemala

CUANDO VIAJAR ES VIVIR
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino

K. Kaváfis: ÍTACA

A la vuelta de su breve escapada a tierras familiares, el Náufrago se ha encontrado con varias novedades de las que quizá dé cuenta, si es que Douce, algo impaciente por haberme marchado sin invitarla, me lo permite.

Una de esas novedades es la segunda crónica de los audaces viajeros que a estas horas ya han cruzado la frontera mexicana y se han adentrado en la selva guatemalteca del Petén. La crónica de Marcos - no confundir con el subcomandante del Ejército Zapatista - , es minuciosa y lo suficientemente clara para descubrir la diferencia que existe entre el turista y el verdadero ‘viajero’. Porque ‘viajar’ es una lección de vida, el turista sólo transita.
  • Entre Chiapas y el Petén: Crónica 2ª
Los Seis Viajeros, salieron al alba del día 15 de Julio de la hermosa ciudad chiapaneca de San Cristóbal de las Casas. Atravesaron sus adormecidas calles, dejando atrás sus cromáticas y bullangueras plazas oyendo, al pasar, el esquilón de algún viejo convento, por cuyo claustro se imaginaban, levitando, la sombra de Fray Bartolomé. Descendieron por una retorcida carretera, asomada a profundos barrancos, con sus laderas cubiertas por una espléndida selva tropical de montaña. Cerca del pueblo de Ocosingo, se encuentra el último bastión zapatista, una hacienda ocupada por los últimos guerrilleros del subcomandante Marcos. En San Cristóbal, el único recuerdo que queda del subcomandante, es una enorme cantidad de camisetas y carteles con su efigie, en venta en multitud de tiendas.

Pasado Ocosingo, y ya completamente de día, comenzamos a ver muchos indígenas a la puerta de sus viviendas de techos de lata acanalada y paredes de tablas o de bloques de hormigón (las más lujosas). Pasando por las bellísimas cascadas de Agua Azul y el impresionante salto de agua de Misol Ha, llegaron a la misteriosa ciudad maya de Palenque. Sus pirámides truncadas, sus templos y edificios palaciegos, " flotaban" entre los altos árboles de la inmensa selva. Pernoctaron en la nueva Palenque, típica ciudad del trópico, con calles polvorientas, llenas de baches, cables colgando, ambiente bochornoso, y música de marimba. Amaneciendo el día 16, en una atestada furgoneta, cruzaron por el Ceibo la frontera con Guatemala, y, por estrechas carreteras que recorrían enormes ranchos, y poblados bastante sucios, con casas de tablas y latas o palmas, llegaron a Flores, en la selva del Petèn.

Flores está en una pequeña isla del lago Petèn Itzà. Desde esta población, los Osados Viajeros, descendieron en lancha durante cuatro horas, por el río de la Pasión. Su destino eran las ruinas mayas de Aguateca y Ceibal. Para llegar a ellas, caminaron por empinados senderos, entre una vegetación lujuriosa, nubes de mosquitos, gritos de monos aulladores, en medio de un calor sofocante, y un fuerte chaparrón. Se sentían buscadores de una ciudad perdida en la jungla, cual otros tantos "Indiana Jones".Mereció la pena la visión de las citadas ruinas mayas, y el espectáculo que tuvieron en el río, a la vuelta, de una puesta de sol tropical. Después de asombrarse y emocionarse en Tikal al día siguiente, a pesar de lo ya visto, viajaron a la antigua capital de Guatemala, que será objeto de la siguiente crónica.

A los Viajeros les ha complacido ver, en el Rincón del Náufrago, sus vicisitudes viajeras.

Envían a su amigo Julio un fuerte abrazo,
Marcos


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