VIAJAR : caminos, carreteras, sendas, trochas y autopistas

Durante estos días, el Náufrago ha hablado más o menos pormenorizadamente de diferentes sitios que ha visitado. Ha señalado, apresuradamente, algo de lo que ha visto, de lo que ha sentido, de algunas de las gentes con las que ocasionalmente se ha encontrado, de paisajes, monumentos, calles, plazas o acontecimientos que le han sorprendido. Pero no ha hablado del viaje. Del viaje, como ilusión, del viaje como ruta, del viaje como renovación interior, del viaje como reencuentro o descubrimientos varios.El viaje, al fin de cuentas no deja de ser una metáfora de lo que es la vida, o viceversa. No estoy muy seguro.

Hay tantos tipos de viajes, como viajeros. En estos tiempos de prisas, para muchos viajeros- ¿o debemos llamarlos simplemente, viajantes, turistas?- lo importante ya no es la ruta, el camino, la calzada, el trayecto, la senda, la vereda, el atajo o la trocha, si fuera necesario. Lo que importa no es el ‘camino’, sino llegar cuanto antes al lugar de destino. Por eso hemos inventado las autovías, las autopistas, los aviones, los concordes… Necesitamos llegar cuanto antes, a veces para resolver negocios, que es el antídoto del ocio, a veces para huir de nosotros. Hay que acortar las distancias, cuando paradójicamente el lugar de partida y el del destino es el mismo: nuestro aburrimiento.

Pero no eran cuestiones tan ‘filosóficas’ las que el Náufrago quería tratar, sino de otra que el Náufrago ha sentido en este viaje. El trayecto entre Santander y Tui es relativamente largo. Así que hubo que preguntar a don Google, que sabe de esto, para que le marcara el itinerario más adecuado. Obediente y eficaz le muestra en la pantalla, un línea azul que le señala la ruta más idónea. Una línea algo quebrada que zizagea un poco. A la izquierda, en una columna, señala: “En coche: 635 Km.; aprox. 6h 37 mn." y nombres de pueblos y ciudades donde debe, ‘salir’, ‘incorporarse’, ‘girar ligeramente a izquierda o derecha’.

Hasta ahí, más o menos correcto. La ruta más rápida, la más conveniente. En los tiempos que corren se sobreentiende que el ‘viajero’, o por mejor decir el ‘automovilista’. Ya apenas quedan ‘viandantes’, ‘ambulantes’, ‘peregrinos’, ‘caminantes’ o ‘trotamundos’. Siguió la ruta Google, con parada en la Legio septima gemina,(León). Al día siguiente siguió la ruta, tras una pausa de algunas horas para callejear por Orense y llegar a su primer destino a primeras horas de la tarde.

El llegar fue un alivio. Es cierto que las carreteras de este país han mejorado, aunque siga habiendo regiones que aún estén pidiendo a gritos mejores rutas, pero no es esa la cuestión de la que el Náufrago quiere hablar. Séale permitido abominar tan sólo un poco, de estas ‘mejoras’ a las que nos obliga lo que llamamos progreso. No será el Náufrago el que no piense en camioneros, viajantes, gentes de negocios o simples turistas a los que les urja llegar lo más pronto posible a su lugar de destino. Pero estas autovías, autopistas, o como demonios se llamen, han terminado con el hecho de viajar. Porque viajar es también poder contemplar un paisaje, atravesar pueblos, ver cómo viven las gentes. Viajar es también, tener áreas donde descansar y no estar pendiente de la hora de llegada, de tratar de adelantar al que sólo circula a 120… En estas autovías no hay, en general, área de descanso, más o menos a borde de carretera, para estirar las piernas, tomar un café, aliviarte… Muchas veces tienes que recorrer varios kilómetros para encontrar esas camas, gasolineras, cafeterías que señalan los paneles…

Todo esto, hizo que el Náufrago, al pensar en el regreso, él que es amigo del ‘cambio’, jurar por sus dioses lares, manes y penates que no escogería el mismo trayecto de regreso. Miró de nuevo el mapa, se olvidó un poco de Google y estuvo dudando si regresar por Portugal abajo y llegarse hasta Salamanca, o subir hacia arriba, camino de Pontevedra, Santiago, Lugo… Y así fue.

Les puede asegurar que volvió a recuperar el placer de hacer un recorrido de las ‘normales’ en el tramo que une Santiago de Compostela con Lugo. Por supuesto dejó a don Google de lado y, despacio, pudo olvidarse del ‘velocímetro’ y poder disfrutar de aquel paisaje de aquellos pueblos de nombres entrañables: Quintás, A Rúa, O Outeiro, Arzúa, Ponte da Prata, Melide, Orosa, Palas de Rei, Guntin…

Sin prisas, pudo tomar un café, apearse para sacar unas fotos de un hórreo, ver grupos de jóvenes peregrinos siguiendo el Camino, hasta llegar a un Lugo ‘invisible’, cubierto por la niebla. Les aseguro que fue el tramo del viaje más gozoso y relajado.

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