El teatro de la farsa

DÍA DEL DOCENTE: " PASIÓN POR CONSTRUIR EL FUTURO"

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  • Hoy, día 1 de febrero, se celebra el Día del Docente, y el Náufrago no asistirá a esa ceremonia.

  • Hoy, quizá, organizadores e invitados se podrán sus mejores galas… El Náufrago se quedará en casa escribiendo estas líneas , en chándal y zapatillas.

  • Hoy se pronunciarán hermosos discursos sobre la “Pasión por construir el futuro”, que el Náufrago no oirá, porque no se creería ninguna de esas cosas tan hermosas que se reservan para estas ocasiones.

  • Hoy habrá regalos, felicitaciones, relojes , libros que el Náufrago no irá a recoger.

  • Hoy, en esos libros se contarán historias - "Vidas maestras" - peripecias, trozos enteros de vida dejadas en las aulas, que sólo los interesados recordarán. Con nostalgia o quizá como un alivio.

  • Hoy todo serán abrazos, sonrisas, encuentros breves, caras no vistas quizá desde hace años, que el Náufrago – entre arisco, tímido y algo salvaje – no echará de menos.

  • Hoy, los que huyeron de las aulas o los que nunca pisaron como docentes una escuela rural, un colegio, un instituto, se desharán en elogios sobre lo hermoso e importante que es ‘educar’…

- Y el Náufrago se hará a sí mismo, la pregunta que rondó por su cabeza todos los días, mientras fue docente: “¿Esto que estoy haciendo es ‘educar’?”

Los que podrían responder a esa pregunta, no estarán ahí para contestar. Como tampoco estuvieron algún día en sus clases, para darles ánimo, preguntarles cómo se sentían, qué dificultades o carencias sentían, los que hoy les regalan bolsas, libros, relojes, discursos y parabienes.

Por eso, quizá, para no asistir a este teatro de la farsa, el Náufrago no estará a esta hora, en ese escenario. Su actuación de más de cuarenta años, se hizo - bien, regular o rematadamente mal - en escenarios más modestos, donde en tiempos hubo tarimas que luego desparecieron, mesas de profesor desvencijadas, sillones de foam recubiertos de plástico, algunas veces rasgados, ganchos de perchas, retorcidos cuando no rotos, en las paredes, sillas y mesas llenas de mensajes, una corchera donde a veces sólo había chinchetas que nada sujetaban…

En ese escenario no vio nunca, lo que se dice nunca, a ninguno de los que hoy reparten diplomas y parabienes.

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