Las gentes del camino

Durante un viaje, por independiente que uno sea, tratas con distintas gentes y percibes , aunque sea levemente, el clima humano que puebla las ciudades por donde pasas, los comercios, bares, restaurantes, plazas… que atraviesas. Siempre habrá personas a las que te dirijas para preguntarle por una calle, una dirección, dónde se encuentra tal monumento. Llegarás a un hotel y sentirás la frialdad o la atención con que se te recibe.Entrarás en un comercio y sentirás la cercanía o la indiferencia… Charlarás en un bar con la persona que te atiende y percibirás nada más saludarlo, si es acogedor o un simple 'sirve cafés o posa vinos'…

No son demasiadas las personas con las que el Náufrago ha tenido que tratar durante estos cuatro días , quizá no lleguen a los veinte, pero lo suficiente para guardar un recuerdo grato y acogedor de las gentes de Galicia. Nada que ver con las ciudades del estrés y de la prisas, donde las personas se diluyen absorbidas por el ruido, el tráfico y las ‘urgencias’.

- Recuerda aquel señor mayor que trataba de indicarle la dirección que debía tomar para encontrar desde la “Plaza de Abastos” de Orense, la ruta que le llevaría hasta la salida hacia Vigo. Fueron varios los ‘y entonces...’ que tuvo que oír. Pero era todo ‘afán’ por ayudar, por indicar, por lograr que el desorientado Náufrago encontrara el camino. Fueron algunos minutos de “y entonces llega… y entonces gira, y entonces verá…” Pero sobre todo eran ‘entonces’ de ganas de ser útil.

- Como recuerda la larga charla mientras desayunaba en A Guarda, en lo más alto del Monte de Santa Tecla, las explicaciones de una hermosa mujer rubia que durante más de un cuarto de hora le habló de excavaciones, de turistas, de temores de ascender la carretera, de los diferentes nombres, con que es conocido el Monte… Santa Tecla, Santa Tegra, o Santa Trega

Gentes de los bares, de los hoteles, de los museos, de la calle, de viejos amigos recordando viejos tiempos, hasta de mendigos que solicitaban ‘un euro para un cafetiño’. No era sólo la Galicia de los bellos paisajes, de los pueblos entrañables, del caudal de historia, de usos y costumbres, eran sus gentes las que hicieron agradable la estancia de unos pocos días.

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