Pontevedra: El loro Ravachol y La Plaza de la Leña

Cuando el Náufrago llegó a Pontevedra, la ciudad del ‘Puente viejo’ ( ponte veteri), porque también los romanos tenían sus manías a la hora de poner nombres a las ciudades, era la hora del mediodía. ¿Qué le llevó allí, después de haber dejado atrás A Guarda y Baiona? De nuevo los recuerdos. La última vez que pasó por esta ciudad, hace ya algún tiempo, iba camino de Portugal. De su breve estancia en la ciudad, un nombre, una plaza, habían quedado incrustados allá donde se guardan las impresiones placenteras. De entre las viejas imágenes que guardaba de la ciudad, la Plaza de la Leña ocupaba el primer puesto.

Hacia ella se dirigió, mientras deambulaba al azar, sin un plano que le guiara. Pero estaba seguro que acabaría encontrando aquel rincón encantador. También el azar le llevó a pasar delante de lo que antaño fuera El Café Moderno, y hoy centro de exposiciones de Caixa Galicia. Delante del antiguo café, completamente renovado, le sorprendió un curioso grupo escultórico, obra del escultor César Lombera, y los ilustres tertulianos del café que escuchaban entre curiosos y ensimismados los acordes del violinista. Sobre la placa de bronce del grupo escultórico, aparecían sus nombres. De un lado, sentados y atentos, el rianxeiro Alexandre Boveda y Castelao. A la derecha, sentados también, Paz Andrade y Ramón Cabanillas, mientras detrás, de pie, escuchaba el concierto Carlos Casares. “¡ Vellos tempos, vellos amigos! ” El Náufrago se detuvo un tiempo examinando el grupo, observándolo desde varios ángulos, imaginando las charlas de los tertulianos del Café Moderno otrora, hoy, ni café, ni moderno.

Preguntó luego a un amable viandante por la ruta que le llevaría hacia su añorada Plaza de la Leña. Se lo indicó con todos los pormenores con que saben hacerlo algunos gallegos. Antes de llegar , en otra plaza , parejas con niños pequeños disfrutaban del maravilloso sol que lucía aquella mañana de febrero. En un rincón, le llamó la atención la figura de un loro de bronce junto a un título: Botica da Peregrina. En aquel momento no supo la importancia de llamarse “Ravachol”. Ese era el nombre del famoso pájaro.

Todo Pontevedra debe conocer su historia. Era el loro del famoso boticario Perfecto Feijoo, muy conocido en la ciudad. Ravachol le avisaba de cuándo la gente entraba en la botica, aprendía cosas graciosas de los clientes y otras, ya sabe, algo pícaras. Sucedió que el loro murió el último día de Carnaval y en Pontevedra, se organizó todo un cortejo fúnebre al loro por toda la ciudad, para terminar siendo enterrado en una finca que el boticario tenía a las afueras de la ciudad. Desde entonces, el entierro de Ravachol, hace el oficio que hace la Sardina por otros lares, como señal que la juerga se ha acabado y vienen cuaresmales ayunos y penitencias. Este año la culpa de la muerte de Ravachol la ha tenido la Viagra. Sí, como lo oyen. No sé sabe si por negligencia médica o exceso del pájaro, tomóse el animal toda una caja de Viagra que dejó al ‘pájaro’ completamente tieso.

Pero dejemos a Ravachol y su entierro y lleguemos a la Plaza de la Leña. Hoy ya no se vende leña como antaño, pero sí buenos vinos y excelentes tapas. El Náufrago entró en uno de los múltiples bares de la zona, tomó un buen albariño y una ración de pulpo, preparado con todo mimo por la ‘cocinera’ de la casa. Y no crean que es que ya estuviera preparado. Troceó el pulpo, lo metió en la olla y esperó hasta que el octópodo estuvo a punto para poder hincarle el diente, y a fe que nada costaba hincárselo, porque estaba cocido ‘com il fo’. Servido y satisfecho, desanduvo el camino y continuó rumbo a su siguiente etapa. Tenía una cita con San Yago.

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