La sombra iluminada (II)
Domingo, 9 de septiembre. Aproximadamente las 11 de la mañana. En el improvisado y horrible escenario que cubre la fachada principal de la Plaza Mayor cantan, bailan, tocan el pito y el tamboril. Son bailes regionales, ellas cubiertas con velos o con sombreros tejidos con paja donde brilla un espejo. Recogido en un rincón, junto a una de las columnas de granito del Ayuntamiento, un anciano de pelo blanco, chaqueta de punto negra y un pantalón gris oscuro escucha reverente la música. Se apoya en un largo bastón, con empuñadura de madera con una especie de pulsera de cuero que le sirve, de ‘vara mágica’ cuando camina, al tiempo que le sirve de apoyo. La cabeza inclinada, la mirada oculta tras sus gafas oscuras, escucha reverente como si estuviera en algún templo.
-“¿Le gusta la música?", le pregunta un ‘desconocido’ que se ha acercada hasta él.
- “Mucho”, contesta. ¿Y a usted?" , pregunta a su vez.
- “Pues sí, me gusta escuchar esta música y ver bailar.”
- “ ¿Qué están bailando?”
- “ Un baile regional, una especie de jota castellana, respondió el desconocido y añadió: ¿Se acuerda de mí? Ayer, nos vimos –enseguida se avergonzó un poco de haber empleado ese verbo – le ayudé cuando usted andaba buscando la esquina de la farmacia.
A partir de ahí siguió una larga charla. Sobre música, su gusto por tocar el laúd, la dificultad de leer en braille una partitura, su caminar en la sombra, sus ocupaciones, su diabetes, la historia de su ceguera, su soledad, sus recursos para pasear por la ciudad... El forastero le habló de su sorpresa que, a pesar de no ver nada, supiera en qué lugar de la ciudad estaba y recordó el episodio del día anterior con la farmacia.Fue entonces cuando le habló de todos los recursos de los que se servía para pasearse por la ciudad, su 'gepese' interior.
-“Los ciegos tenemos que servirnos de cosas que ustedes no utilizan: el olor el tacto, saber el suelo que pisamos, detectar todos los obstáculos o referencias que encontramos a nuestro paso”. Y le empezó a citar, nombres de las tiendas: Zara, la Sphera, la Farmacia, Cortefiel y le habló del número de contenedores que había en la calle, las obras que tenía que sortear. Así, para un trayecto de casi dos kilómetros entre la Plaza y su casa. Allí vive sólo, porque la prima que le cuidaba, ya mayor, “el día 12 de este mes, hará un año que murió”. Le habló hasta del menú que compra cada día en un establecimiento en que venden comida preparada. “Hoy toca paella, le dijo sonriendo levemente”.Después el forastero se ofreció a servirle de guía durante una parte del trayecto de vuelta, puesto que estaba en la misma dirección del hotel donde temporalmente se hospedaba.
En el camino se encontraron con tres jóvenes, una chica, de 26 años, y dos chicos que rondaban los treinta. Los jóvenes llamaron por su nombre al forastero que, entretenido en músicas y laúdes, no les había visto.
- “ Le presento a tres sobrinos, le dijo. Una chica, muy guapa, y dos chicos”. A su vez habló a los muchachos de José, el hombre ciego, y cómo se habían conocido.
-“ ¿Cómo son?"
-“Pues, mire, la chica es morena, muy guapa. Uno de los chicos lleva barba y el otro es moreno, no muy alto.
- “Porque me ha dicho que la chica es morena, pero yo hubiera podido saber cómo era”
-“¡Ah!,¿Sí? Y ¿Cómo? Preguntó extrañado el forastero
- “Por su pelo”
- “ Ah ya veo, bromeó el acompañante, lo que usted quería era tocar el pelo de la chica. Ya le he dicho que es muy guapa”. Sonrió un poco, pero lo que realmente pretendía era mostrar de qué métodos se servía para su ‘ver’.
- “ ¿Y cómo puede saber si es rubia o morena?
-“ El pelo rubio es más fino, el moreno es más duro, más áspero”. Entonces el forastero le propuso una prueba.
- “¿Podría adivinar el color de la barba de este joven?” ( El joven llevaba una barba algo teñida que parecía pelirroja) pero él prefería hacer la prueba con el cabello. Entonces se acercó el más bajito. Le tocó el pelo...
- “Es moreno”, afirmó muy seguro. Efectivamente era moreno. Luego a modo de broma le invitó a que tocara su pelo y le señaló la parte cercana a las sienes. “ Moreno”, dijo.
- “ Fue moreno, ahora es algo canoso", confirmó el ‘examinado’, entre la broma y la resignación. Dejaron que los jóvenes siguieran su camino. Le acompañó todavía durante un rato y se despidieron agradeciéndose mutuamente los ‘servicios’ que se habían prestado.
El forastero recordará el día que de manera tan especial, le ‘tomaron el pelo’.
-“¿Le gusta la música?", le pregunta un ‘desconocido’ que se ha acercada hasta él.
- “Mucho”, contesta. ¿Y a usted?" , pregunta a su vez.
- “Pues sí, me gusta escuchar esta música y ver bailar.”
- “ ¿Qué están bailando?”
- “ Un baile regional, una especie de jota castellana, respondió el desconocido y añadió: ¿Se acuerda de mí? Ayer, nos vimos –enseguida se avergonzó un poco de haber empleado ese verbo – le ayudé cuando usted andaba buscando la esquina de la farmacia.
A partir de ahí siguió una larga charla. Sobre música, su gusto por tocar el laúd, la dificultad de leer en braille una partitura, su caminar en la sombra, sus ocupaciones, su diabetes, la historia de su ceguera, su soledad, sus recursos para pasear por la ciudad... El forastero le habló de su sorpresa que, a pesar de no ver nada, supiera en qué lugar de la ciudad estaba y recordó el episodio del día anterior con la farmacia.Fue entonces cuando le habló de todos los recursos de los que se servía para pasearse por la ciudad, su 'gepese' interior.
-“Los ciegos tenemos que servirnos de cosas que ustedes no utilizan: el olor el tacto, saber el suelo que pisamos, detectar todos los obstáculos o referencias que encontramos a nuestro paso”. Y le empezó a citar, nombres de las tiendas: Zara, la Sphera, la Farmacia, Cortefiel y le habló del número de contenedores que había en la calle, las obras que tenía que sortear. Así, para un trayecto de casi dos kilómetros entre la Plaza y su casa. Allí vive sólo, porque la prima que le cuidaba, ya mayor, “el día 12 de este mes, hará un año que murió”. Le habló hasta del menú que compra cada día en un establecimiento en que venden comida preparada. “Hoy toca paella, le dijo sonriendo levemente”.Después el forastero se ofreció a servirle de guía durante una parte del trayecto de vuelta, puesto que estaba en la misma dirección del hotel donde temporalmente se hospedaba.
En el camino se encontraron con tres jóvenes, una chica, de 26 años, y dos chicos que rondaban los treinta. Los jóvenes llamaron por su nombre al forastero que, entretenido en músicas y laúdes, no les había visto.
- “ Le presento a tres sobrinos, le dijo. Una chica, muy guapa, y dos chicos”. A su vez habló a los muchachos de José, el hombre ciego, y cómo se habían conocido.
-“ ¿Cómo son?"
-“Pues, mire, la chica es morena, muy guapa. Uno de los chicos lleva barba y el otro es moreno, no muy alto.
- “Porque me ha dicho que la chica es morena, pero yo hubiera podido saber cómo era”
-“¡Ah!,¿Sí? Y ¿Cómo? Preguntó extrañado el forastero
- “Por su pelo”
- “ Ah ya veo, bromeó el acompañante, lo que usted quería era tocar el pelo de la chica. Ya le he dicho que es muy guapa”. Sonrió un poco, pero lo que realmente pretendía era mostrar de qué métodos se servía para su ‘ver’.
- “ ¿Y cómo puede saber si es rubia o morena?
-“ El pelo rubio es más fino, el moreno es más duro, más áspero”. Entonces el forastero le propuso una prueba.
- “¿Podría adivinar el color de la barba de este joven?” ( El joven llevaba una barba algo teñida que parecía pelirroja) pero él prefería hacer la prueba con el cabello. Entonces se acercó el más bajito. Le tocó el pelo...
- “Es moreno”, afirmó muy seguro. Efectivamente era moreno. Luego a modo de broma le invitó a que tocara su pelo y le señaló la parte cercana a las sienes. “ Moreno”, dijo.
- “ Fue moreno, ahora es algo canoso", confirmó el ‘examinado’, entre la broma y la resignación. Dejaron que los jóvenes siguieran su camino. Le acompañó todavía durante un rato y se despidieron agradeciéndose mutuamente los ‘servicios’ que se habían prestado.
El forastero recordará el día que de manera tan especial, le ‘tomaron el pelo’.
Comentarios