La Bola de Cristal

Dicen, que la verdad brota de la boca de los niños, ("ex ore parvulorum veritas"), los locos y los viejos. El Náufrago que participa en buenas dosis de las tres categorías podría pues proclamar sus ‘verdades’ sin gran reparo, porque ni a los tontos, ni a los infantes, ni a los viejos se les hace demasiado caso.

Ante el comienzo del nuevo curso escolar, político y laboral ha creído oportuno aprovechar la ventaja de esa impunidad y atreverse a suplantar a los Rappel, Aramís, Paco Porras o Pío Moyas del oficio. Total, estos augures juegan con doble ventaja, si los hechos no se desvían demasiado de sus pronósticos, pueden seguir viviendo del cuento, si las cosas ocurren como tienen que ocurrir, nada pierden porque la gente ya se olvidó de sus augurios.

Puestos en esa tesitura, el Náufrago ha pensado que bien podía coger su bola de cristal y montar su gabinete prospectivo. Los políticos ya se han puesto a la tarea, lo único que les interesa: no perder el escaño o los garbanzos, que viene a ser lo mismo. Se pasan tres años tirándose los trastos a la cabeza, los unos en sus ‘procesos pacifistas’, pactando con todo cristo, con tal de no perder la silla, haciendo mil cambalaches, mientras los otros no terminan de lamerse las heridas, cebarse en el porqué de su derrota... Y ahora, unos y otros dan un giro y se preparan para ver quien se lleva el gato al agua, quien se come el pastel, o qué tretas hay que hacer para donde hasta hace poco se decía hay que sentarse hablar con estos chicos, ahora toque ponerse solemnes, hacer énfasis en las palabras, para que, pasados los idus de marzo, volvamos a lo mismo.

En un bando Blanco y sus muchachos ya preparan las estrategias.En Pepiño se podrá echar en falta su sustrato cultural, pero tiene olfato para olisquear los vientos que corren y encuentra la respuesta “The answer, my friends, is blowin' in the wind,”. Y los vientos que soplan son los de gente amarrada a una hipoteca, sin tiempo para pensar en otra cosa que, embobados por los cantos de sirena que se propagan por las ondas, que sigue todas las modas, mientras no le toquen más el bolsillo.

Bellas palabras sin que importen demasiado los hechos. Y es capital mantener el embeleco, antes de que arrecien más los malos vientos, las nubes que aparecen en el horizonte y nos cubran del todo: desaceleración económica, más pesada la cadena hipotecaria, menos gasto, menos puestos de empleo. ¿Qué hacer con los que vinieron al reclamo de la burbuja del trabajo, con la presión cada vez mayor de las ambiciones periféricas, perpetuamente insatisfechas...? Tres años de poner todo patas arriba, dedicados a pactar a cualquier precio, embarcados en un proceso, detenido de momento, pero no abandonado del todo, y un semestre para arroparse en las banderas patrióticas y en discursos solemnes, en los que en el fondo no se cree.

Y del otro lado, el desconcierto. Tres años lamiéndose las heridas de la derrota, buscando las huellas de un contubernio, desorientados, dando giros a uno y otro lado, sin alguien que sepa encandilar, sin pepiños, rubalcabas, ni sonrisas a diestro y siniestro. Pero mirando atentamente en la bola de cristal no se sabe si lo maquiavélicamente correcto sería dejar que se recojan los frutos de la mentira y el chalaneo y no tenerse que comer el marrón todo entero.

Pero, claro, la Bola de Cristal no deja de ser cosa de brujas averiadas y duendes electrónicos. Una payasada.

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