A la búsqueda de las emociones dormidas

Estos días, sin saber exactamente por qué, se me han colado por las tuberías del recuerdo letras o melodías oídas hace algún tiempo. Con ellas se han filtrado, como sin querer, las emociones de antaño lo que me ha hecho pensar que guardamos dentro de nosotros una especie de mapa de canciones ligadas a un mundo de sensaciones que nos pueblan sin que a veces nos demos cuenta, hasta que un acontecimiento tonto las hace salir del baúl de los recuerdos.

La vida de todos nosotros ha pasado por diferentes circunstancias que han dibujado el mapa de sensaciones que nos pueblan y que va apareciendo en diferentes momentos. Este poder del mundo emocional que nos conforma tiene una variedad de matices del que sólo nosotros mismos somos los conocedores y reconocedores, ni siquiera las personas que compartieron con nosotros algunos de ellos los evocarán de la misma manera. El volver escuchar a Jarcha después de mucho tiempo, dibujó en mí ayer con bastante precisión la atmósfera que vivía mediado los 70 y se reveló no sólo mi ‘cliché’ emocional, sino que apareció nítido el ‘clima’ de aquel país que se sentía como recién nacido a una nueva vida. Al oír distintas canciones asociadas a diferentes momentos hace que afloren cada una de las emociones que en principio aparecen apelotonodas, en tropel, y hay que hacer un llamamiento a la memoria ‘racional’ para que trate de poner orden en este amasijo de emociones complejas que constituye la memoria ‘irracional’ o emotiva.

Al escribir esto me viene a la memoria el conocido pasaje de Proust cuando al principio de “Chez Swann”, de la novela-río “ En busca del tiempo perdido”, trata de reconocer toda la serie de emociones que un día le trajo el simple sabor y olor de aquella magdalena en forma de concha de Santiago que mojaba en el té. Era una tarde en el frío invierno de Combray, su madre le propuso que tomara, en contra de su costumbre, una taza de té junto con una magdalena ...

“... en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que le causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mi, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿,De dónde podría venir aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice mismo que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. Ya es hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. Ya se ve claro que la verdad que yo busco no está en él, sino, en mí.” ("Por el camino de Swann" . Alianza Editorial P. 61)
Las sensaciones no están en la canción, están en nosotros, arrinconados ‘del salón del alma, en el ángulo oscuro’ de nuestra memoria dormida esperando la mano de nieve que acierte a despertarlos.
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Ilustración: Stéphane Heuet

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