El hombre del Sahara

Las relaciones humanas cuando aspiran a ser eso, relación, comunicación, son quizá así de complejas, si pretenden ir un poco más allá del “quetal”, “muybien”. No sabemos si los demás se nos escapan o somos nosotros los que nos resistimos a dejarnos coger. Pero eso no es lo más importante en este momento, se trata de él, no de nosotros. Lo más importante es que él sea como es . Creyente escéptico de todo y sobre todo, agnóstico con fe acendradamente dudosa, generoso, cercano de todo aquel que le necesite de su hospitalidad, de sus cuidados, de sus dineros y , sobre todo, de él. No hay entrega mejor que la que se da a sí mismo, no sus cosas.
Creyente fiel y pertinaz seguidor de la Belleza como único Dios tangible, la busca allá dónde crea que se encuentra o se encuentran: paisaje hermoso o desolado, animal o mujer, niño, obra de teatro, poema, silencio, danza o texto desgarrado. Cree en esa Diosa porque allí encuentra lo mejor de él, lo mejor del hombre. Ser de emociones intensas, calladas , contenidas, que se abraza a Ella en la más estricta intimidad, esa porción íntima que guarda para sí y lo más cercano.
El hombre del Sahara volverá una vez más a la cita que tiene en el desierto. Irá, a pesar de extrañas e incomprensibles rémoras que en varias ocasiones han estado a punto de dar al traste con sus deseos. Una vez más la llamada de ese desierto que es algo más que un puñado infinito de arena, ha sido más fuerte. Le ha llamado el desierto y sobre todo la miseria, la desolación, el hambre , el olvido de centenares de miles de personas vergonzosamente olvidados por los que les dejamos abandonados a su suerte. Esa es la voz que le llama: la de una entrañable y triste realidad del otro lado de la frontera de los protocolos, las ceremonias, las miradas hacia otro lado y la desesperanza.
Irá del nuevo al Sahara que muchos desearían que no existiera para que no les señalara con el dedo de la vergüenza.
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