Restos de la fiesta. La churrería

Desde hace algunos , me gusta salir a la calle temprano, el primer día del año. Manías que va adquiriendo uno con el paso de los años. Esta fiesta del último día del año, ha heredado el nombre de cotillón, palabra que los franceses usan para nombrar dos cosas que tienen entre sí alguna relación. Cotillón, viene de cotte, porque era sobre todo, las mujeres que habitaban en el campo, las que usaban esas amplias enaguas debajo de sus faldas, que debían levantar para bailar la danza del "cotillon" que señalaba el final de algunas fiestas. Por eso, los festejos y demás jolgorios que terminaban en baile, se llamaron cotillón, en especial ésta de fin de año.

Pero en principio, a mí no me interesaba hacer esta digresión etimológica, que a mi mismo me resulta algo pedante. Si lo he hecho es porque me intrigaba conocer el origen de este préstamo lingüístico, cuando tendríamos en español nombres aún más sonoros para bautizar a este tipo de celebraciones. Lo que yo perseguía con este paseo matutino, era ver el efecto que produce entre la gente joven sobre todo esta fiesta que despierta tanta de expectativas y promesas de mejores tiempos. Y la verdad es que por estos pagos el tiempo no les ha acompañado. Un cielo gris, de ceño fruncido, con una lluvia fina pero persistente, recibía esta mañana a los grupos, parejas o algún solitario o solitaria que trataban de regresar a sus casas. Grupos de chicos, luciendo sus atuendos negros, casi uniformados, con sus chaquetas , abrigos y corbatas y ellas con algo más de originalidad, pero en los mismos tonos , vestidos más o menos cortos, más o menos "gaseados". Eran caras en general de cansancio, algunos besos y abrazos de última hora, alguna pareja, con atuendo más rebelde , tipo años 70, atravesaba la calle sin importarles la lluvia que ascendía descaradamente por los amplios vaqueros de la joven. Todos, salvo contadísimas excepciones, eran jóvenes. Sólo algunos basureros soportaban estoicamente la lluvia, con sus monos reflectantes.

Después de hora y media de paseo, mi perra y yo, nos detuvimos delante de una roulotte-churrería, que atendía a los últimos clientes:

- "Paco, a las 10 cerramos"

Decía la mujer, con el cansancio en sus ojos, al marido que terminaba de amasar con su pala el resto de la mezcla de harina, agua, aceite , sal que reclama el producto. Madre, padre e hijo debían haber estado trabajando en esta churrería móvil desde primeras horas de la noche. Se leía en sus rostros las huellas de la fatiga de la noche en ese carromato. El padre , de unos 50 años, seguía batiendo ,con fuerza, el barreño de la masa que luego colocaba, bien apretada, en el cilindro de aluminio con aspas. Después lo depositaba ,con cuidado, en forma de rosca, en una especie de gran pala redonda. ( La verdad es que no entiendo por qué la gente dice "te ha salido un churro", si algo sale mal, cuando los churros necesitan cierto cuidado) El hijo controlaba en la gran freidora el punto adecuado de fritura y se los pasaba a la madre que ya tenía preparada una "cama" de doble papel, donde iba depositando los churros que iba cortando, con agilidad, y a los que rociaba con un poco de azúcar.

Éramos ya los últimos clientes, una abuela con su nieto, al que aún le quedaban restos del matasuegras de la noche pasada, un hombre de mediana edad que compraba los churros familiares, una pareja que regresaba de la fiesta , mi perra y yo. Mientras esperábamos , algunos tipo curioso iba de regreso a casa, en camiseta, sin mangas, una botella de Rondell en la mano, con palabras y andares indecisos y vacilantes...

La fiesta había terminado, el nuevo año lloraba.

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