Río de la Pila

SABOR A MAR Y NOCHE

Hay días en que el Náufrago, cámara en mano, se da un paseo por lugares que le saben a algo. Hay calles, barrios, que tienen un sabor especial, porque tienen vida propia y lejana, o porque le recuerdan tiempos pasados. Ayer se paseó por una calle que guarda, una mezcla de tradición y modernidades, de ocio y de trabajo, de antiguos pescadores y jóvenes en busca de diversión. Huele a trabajo de día y a vida nocturna. Es una calle por donde la ciudad trepa hacia el norte, en busca del espacio que acota el mar. Cuentan los que conocen la historia de esta ciudad tobogán, que desde el norte, desde el Alta, “una veintena de regatos bajaban desde lo alto al centro de la ciudad, cuando Santander despertaba al mundo moderno”. Uno de esos regatos que se despeñaban entre huertos y viñedos, debió ser el que dio el nombre a la calle: Río de la Pila, se llama.

Desde tiempos lejanos, la calle fue lugar de cita de muchos ciudadanos y allá hacia mediados del siglo pasado, fue centro de vida nocturna, de jóvenes, de artistas, de amantes de la música. Tiempos, cuando los días empezaban en la noche. Tiendas, bares, restaurantes, clubs como el “Drink Club” donde se estrenaba la moda de “Music while you drink”. Ese es uno de los recuerdos que el Náufrago guarda recién llegado a la ciudad.

Hoy la calle se está renovando, con más o menos éxito, para aunar lo antiguo y la vanguardia. Ya no hay que subir a pie por aquellas cuestas escarpada. Hace dos años empezó a funcionar un moderno funicular que une la rúa con el Alta. Hasta cuatro ‘estaciones’ tiene el trepador mecánico: Río de la Pila, San Sebastián, Prado de San Roque, General Dávila y una escalera mecánica sirve para acceder al punto de partida. Desde arriba, se puede ver cómo se apelotona una parte de la ciudad en un sin fin de torres, de iglesias, y tejados. Más allá, la vista puede descansar en las aguas tranquilas de la bahía y entre la bruma, puede alcanzar los montes cercanos.

Eso es lo que ayer, una mañana de sábado, en que la mayoría de los bares aún no habían abierto, el Riojano, restaurante de solera empezaba a levantar anclas y tan sólo las tienducas habían abierto a los pocos vecinos que deambulaban por la calle, dio lugar a que el Náufrago se paseara y saboreara la vida mañanera de este popular barrio.

Comentarios

Entradas populares