" No tenemos ganas ni de vivir"

¿HAY OTRA PALABRA QUE NO SEA "ASCO"?

El Náufrago acaba de leer una noticia local, de los miles de noticias que apenas tienen relieve y no traspasan los límites locales. Historias como hay millones en la ‘burbuja del ladrillo’. Una parcela que se compra , un espabilado metido a constructor que quiere enriquecerse en dos sablazos, unas ‘amistades’ y ‘regalos’ para los munícipes del predio, unas ‘autorizaciones’ no sé sabe bien cómo han sido gestionadas, los ahorros de cincuenta años y unas ‘ayudas’ bancarias, para tener ‘su’ casa. De pronto, el espabilado constructor se fuga con todos los dineros, los fallos judiciales que anuncian que eso hay que derribarlo. Centenas de afectados que se movilizan durante años, sentencias ‘europeas’ que piden que la piqueta derribe lo ‘ilegalmente’ edificado.

Del otro lado, una señora que se llama Lola y su marido, Francisco. En 1966, recién casados, emigran desde Alburquerque hasta Sestao. Francisco trabaja cuarenta años en La Naval, Lola, sirviendo en distintas casas. Poco antes de la jubilación con sus pesetas, ahorradas una a una, y los préstamos, se compran ‘su’ casa en un pueblecito de Cantabria. El motivo principal de la compra: “Nos metemos aquí, para que cuando se casen los hijos puedan venir con los nietos'», le dijo a Francisco. La vivienda, amenazada de piqueta no fue el nido de sus nietos, está siendo ataúd de Lola, su hijo y su marido. Un infarto suyo, otro de uno de sus hijos y una operación pendiente de Francisco.
“Tengo 67 años, esto es como si me hubieran echado encima otros setenta», afirma. «Estoy saliendo de una depresión muy grande. Me dio un infarto el año pasado. A mi hijo le dio otro. Y para desbordar el vaso aún se hace estad reflexiones: “«Ya no puedo más. Hay veces que me digo: '¡Dios mío! ¿No me estará castigando Dios por algo? He luchado mucho en esta vida para llegar a dónde he llegado, y ya no tengo ganas de nada. Cuando ya le dio el infarto a él y me dio a mí, ya perdí toda la ilusión. Y esperanza, menos. Yo las esperanzas las he ido perdiendo poquito a poco. Me las han ido quitando todas. Es como un árbol que han ido minando y minando y, al final, cae. Estoy como un árbol podrido, que se va hundiendo cada vez más. Nada más que me queda el nombre, porque ya no soy lo que era. Tengo los ojos secos de tanto llorar»

El Náufrago no encuentra ninguna respuesta. Su indignación no sabe por que vía verterla. No se hace preguntas, porque no encuentra las respuestas. Sólo mira alrededor y ve sonrisas extraterrestres, ojos tapados, oídos taponados, sentencias ‘frías’, un mundo inmundo en los que manejan el tinglado… Mientras, millones de imágenes y comentarios envenenados, por si dos jóvenes futbolistas se hacen carantoñas. Si no tuviéramos otras razones para vivir, diríamos y decimos: este mundo, en muchos aspectos, da ASCO. Y sin embargo, vamos a seguir viviendo. Hay todavía mucha gente que vive y hace vivir.

Lola, Francisco, no preguntéis a ese Dios 'castigador' que os han enseñado. No añadáis más culpa a la pena que ya os destruye. Vuestros nietos tendrán otras casas y vosotros merecéis algo más que una de ladrillo. Vuestra casa está dentro de vosotros, que nadie os la derribe.

Un beso y ánimo.

Fuente: Diario Montañés

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