El mensaje que llegó a la isla

¡ADELANTE, MAESTRO!

A veces llegan a esta isla mensajes-botella de orígenes misteriosos. El Náufrago, curioso, trata de indagar su procedencia y, cada vez, con menos sorpresa, se da cuenta de que es un mensaje que ha llegado antes a los más insospechados rincones. Trata de encontrar los orígenes… y nada. El mensaje se repite intacto, con el mismo tipo de letra, las mismas claves en la traducción, sin que nadie indague algo más sobre su autor - en este caso autora - y el título original del libro de donde se supone que fue extraído.

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Cansado, después de mucho investigar, sólo pudo averiguar que la autora es una maestra, con varios años de docencia a sus espaldas, que se llama Kathy A. Megyeri y cumple su profesión en Sherwood High School, Silver Spring, Maryland (véase mapa). Del libro en cuestión, no encontró ni rastro, a pesar de todas las traducciones.

Con esta larga introducción, nos hemos olvidado de lo principal: el contenido del mensaje. Por lo menos requiere detenerse un momento en esa profesión tan menospreciada y cada vez más difícil de ejercer dignamente. Por supuesto, enseguida saldrán las ‘vacaciones’ de turno y no sé cuántas milongas. Lo esencial del mensaje es transmitir a los que no viven ese trabajo, que las horas de los maestros y profesores no son ‘lineales’, sino cuadradas y hasta cúbicas. Pregunten si no, en las consultas de psicólogos y psiquiatras, cada vez más frecuentadas por el personal del gremio.

Un profesor jubilado puede de vez en cuando animar a sus ex colegas. Una de ellas es la que le ha enviado este mensaje. Viene bien, que de vez en cuando, alguien se acuerde que sigue habiendo aulas, cada vez con alumnos de los más variados orígenes, hijos de su padre y de su madre, con sus ‘peculiaridades’, su interés o desinterés por trabajar, preparados para tratar de tocar las narices al profe de turno.

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