¡Qué buenos son, que nos suben la pensión!

MÚSICA Y LETRA DE DON EXUPERANCIO

Esta mañana, en la piscina a la que acude a diario, el Náufrago coincidió con un viejo amigo al que hacía meses que no veía. Se llama Exuperancio Renovales. De joven le llamábamos ‘Xuper’ (léase 'Super') pero una vez jubilado empezamos a llamarle “Ex”, a secas. Ya sé que todos los amigosdel Náufrago son un poco raros y eso que no les he hablado de otros de nombres y apellidos curiosos: Evaristo Piernabierta, Ramón Mier de Cilla, Román Calavera Calva, José de la Polla, Emiliano Salido… por no citar más. Y no crean que es broma, porque podrían mostrar su correspondiente D.N.I.

Y a lo que íbamos. Después del baño, don Ex invitó al Náufrago a tomar algo en la cafetería del Centro Deportivo al que acuden. Según él tenía que contarle algo respecto a un papel que había recibido del Ministerio de Economía y Hacienda, sección de Clases Pasivas. La verdad que al Náufrago no le ilusionaba demasiado el tema, pero tratándose de un amigo, hombre muy cumplido, accedió a la invitación.

- ¿Qué quieres tomar?, le preguntó

- Para mí un té verde, respondió el Náufrago. Don Ex puso cara de sorpresa y le miró de una manera rara.

- No me digas que ahora le das a las infusiones… ¿Dónde han quedado tus blancos de Rueda y tus Ribera?

- Ya ves. Me lo ha recomendado una amiga: 'Ralentiza la reducción de la acetilcolina del cerebro', el té, no mi amiga.

- ¿La aceto…. qué? Bueno, es igual, yo me voy a tomar una caña y un pincho de tortilla. Allá tú, con tus rarezas. Mira que dedicarte al té con ten… Y soltó una carcajada.

- En esas estábamos cuando empezó a leer la carta, muy amable, que le había enviado, Doña Carmen Román, Directora General del supradicho Ministerio. Un texto que empezaba por un “Estimado Sr. Renovales Seco…” y terminaba con un “Junto a mis deseos de felicidad para este año nuevo, le envío un afectuoso saludo.”

- ¡Hay qué ver qué amable es Doña Carmen! ¡Qué trato más amable a las Clases Pasivas! dijo el Náufrago, con un poco de retranca.

- Pues sí, y además venía acompañado de un tríptico con una foto de dos ‘Clases pasivas’, bueno, ‘pasivo’ y ‘pasiva’, pelos y pelas blancos/as ambos, ambas…sonrientes, paseando en bicicleta por una avenida arbórea. En ese tríptico explicaba la “revalorización 2009’ de su pensión, la ‘paga de desviación del IPC’, ‘las Pensiones especiales de Guerra’ y otros apartados.

- ¡Pues qué bien! ¡Qué detalles! ¿Y has quedado satisfecho? Preguntóle el Náufrago.

- Sí, sí, el prospecto muy bonito, papel couché, multicolor con una fórmula matemática donde hay que multiplicar el ‘coeficiente de actualización’, una cifra de ocho dígitos X 1’02 (2% de revalorización 2009). Total, que voy a tener que hacer un cursillo en la UNATE (Universidad Nacional Aulas de la Tercera Edad) para enterarme de cuánto voy a cobrar este mes, porque entre la circuito eléctrico de la caldera del gas, la revisión del coche, cambiar el teclado del portátil y otras menudencias me he quedado a dos velas…

- Anda no te quejes. A mí desde luego de logaritmos y operaciones algebraicas no me hables, no llamas a la mejor puerta. Pero mira te voy a contar un chiste que me han contado hoy y que seguramente te ayuda a hacer el cálculo.

Se trata de un Director de Recursos Humanos que plantea un problema a una decena de aspirantes. He aquí el problema, supongamos que es como el del opúsculo de Doña Carmen:
“Teniendo en cuenta el volumen que ocupan ustedes, la velocidad de un rayo lumínico solar, la suspensión del polvo desplazado por la tiza y las vibraciones emitidas por mis cuerdas vocales, calculen la edad que tengo.”
Los aspirantes al puesto de trabajo se miran unos a otros, fruncen el ceño, abren los ojos, se encogen de hombros, se rascan la cabeza… Y nada. Entonces, un espabilao que está en la última fila levanta la mano y le suelta con aplomo:

- Cuarenta y cuatro

El Director pone cara de asombro y le pregunta

- ¿Y usted cómo lo sabe?

- Porque tengo un hermano que tiene 22, y es medio gilipollas

Ex, le echó media caña al jersey de la risostada que soltó, le dio una palmadita en el hombro al Náufrago y le dijo: - “Macho, me has resuelto el problema, gracias". Y ambos salieron cantando aquello de “¡Qué buenos son, los queridos funcionarios, qué buenos son, nos suben la jubilación!

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