En unas oficinas de Correos

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¡Por fin!, exclamó esta tarde el Náufrago. Pensaba que había llegado el fin de esta escalada de festejos, comidas, cenas, cotillones, vacaciones en la nieve, desplazamientos varios y los consiguientes regalos. No hay crisis que pueda con nosotros. Por fin se ha terminado, y me equivoco. Aún quedan las rebajas, la astucia de los buitres que no acaban de saciarse hasta dejar exhaustas nuestras carteras y las tarjetas de crédito esquilmadas.

Hace tres días, antes de este último saqueo que acaban de perpetrar los llamados Reyes Magos – unos mangantes al fin y al cabo envueltos en capas de generosidad – estaba el Náufrago en una de esas colas que se forman en las oficinas de correos para enviar paquetes y regalos. Que ¿cómo estaba la sala? Como la ‘plaza’, ¡abarrotáa!. Así que resignadamente cogió su número y se armó de paciencia. Era el 404 y los paneles indicaban 334, 332, 335… Dedicose a mirar alrededor y echar de vez en cuando una ojeada para ver que ritmo llevaban los paneles.

De pronto una mujer, más bien joven, le sonrió, se acercó a él y le preguntó:

- ¿Se acuerda de mí?

- Me suena tu cara, pero en este momento no caigo, respondió un poco avergonzado. Su interlocutora cambió el tratamiento y le tuteó.

- Me diste clases en… (aquí el nombre del Instituto)

- ¡Buff! Hace tiempo entonces. Respondió un poco más aliviado

- Me acuerdo sobre todo de las clases de literatura, me gustaban tus explicaciones.

El Náufrago no sabía contestar adecuadamente a esta observación, pero sin duda se sintió halagado. Pensó el tiempo que había transcurrido porque esa asignatura llamada “La littérature par les textes”, si no recuerda mal, se daba en 5º del antiguo bachillerato. Su interlocutora iba poco a poco dejando pistas y él se iba situando. Hablaba con desparpajo de ‘nosotras , las de la quinta del 59’… Sin querer o adrede le iba indicando de que a pesar de que no lo parecía por su aspecto, sobrepasaba ya ampliamente los cuarenta años.

Seguimos hablando ya como ‘compañeros’. Sí, porque la ‘joven’ de sonrisa abierta y fluyente conversación era ahora profesora de matemáticas en la Universidad y conocía a compañeras y amigos comunes.

- Mi número, te tengo que dejar. Me alegro mucho de habernos encontrado y le mostró un texto en francés que acompañaba a su regalo.

- ¿Está bien?, le preguntó

Entonces el Náufrago retrocedió treinta años y susurró:

- Está muy bien. Era un “muy bien a muchas cosas”

Comentarios

Campurriana ha dicho que…
"Un muy bien a muchas cosas"...
Me ha gustado, Náufrago. Mucho.
:)
Anónimo ha dicho que…
Lo celebro. Feliz regreso. Espero que las vacaciones te hayan servido de relax.

Se te echaba de menos.

Bicos
Campurriana ha dicho que…
Ahora ando liadilla, Náufrago. Pero os leo siempre que puedo y de momento no me he perdido una sola entrada, aunque las lleve con retraso...

¿Sabes que ayer pude ver nevar al despertarme?...
Todo un regalo.
:)

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