Mañana de Año Nuevo.

LOS REYES ESCALADORES
By DOUCE

Hoy, por mor de los eventos de la noche pasada he sacado el morro a la calle un poco más tarde que de costumbre. Y es que anoche no había forma de dormir hasta que no se acalló el coheterío. Tengo la impresión, a juzgar lo que dicen en los telediarios, que es como si el mundo se ensanchase un poco más y ocurrieran más cosas en este primer día del año. Por eso, lo que yo puedo contar me parece más insignificante, pero como no me puedo callar, aunque sea telegráficamente, se lo cuento.

Ya en la primera salida, llamémosla la de las necesidades ‘perentorias’, atrajeron mi atención unos 'escaladores' que hasta esta mañana no había visto. Unos pocos balcones a la derecha de donde seguía escalando el tipo ese de la panza y el gorro rojos, vi una escala por la que tres individuos con largas túnicas verdes, azules y amarillas y sendas capas y coronas, trataban de acceder a uno de los balcones de la casa de enfrente. Sorprendiome porque pensé que estos personajes no iban a caer tan bajo, bueno tan alto, imitando al gordiflón del gorro. Cada vez nos volvemos más ordinarios y vulgares, hasta los Reyes. Y seguí olisqueando.

El paseo ‘oficial’ lo hicimos más tarde, pasadas ya las doce de la mañana. Resultaba curioso el trasegar de la gente, mientras parejas y jóvenes, vestidos de negro ‘cotillón’, retornaban a casa con cara de festejo difunto, salían a disfrutar del sol mañanero parejas de mayores y edades algo menos provectas. Mientras, era fácil toparte con barrenderos con pequeñas máquinas limpiadoras o camiones de la basura que recogían los ‘recuerdos’ de la noche.

Llegamos por fin a una de ‘nuestras’ playas favoritas y nos sorprendió ver, en pleno uno de enero a gente en bañador, sin camiseta y dos filas de palistas que arreaban unos golpes a las pelotas como si se tratara de un duelo consistente en ver quién le sacudía más fuerte o quién fallaba antes en este peculiar ir y venir de las pelotas. Mi papá que es un poco cateto se quedó observando desde la barandilla y por poco no le llega uno de esos obuses amarillos a la cara . Le está bien empleado, porque se cree el reportero de alguna agencia con su cámara. Menos mal que al final se dio cuenta de que era mejor que bajara a la arena y escogiera ángulos visuales más seguros.

Todo terminó en un paseo por el resto de la playa que estaba casi vacía excepto algunos colegas míos con sus respectivos amos. Terminado el paseo volvimos a casa. La gente todavía dormía.



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