Los chicos de la tele

REALIDADES Y FICCIONES

Tiene el Náufrago un amigo un tanto peculiar, aunque sea una persona bastante normal, de ésas que no le llamarían la atención si se cruzan con él en la calle. La peculiaridad empieza ya en el nombre. Se llama Claudio Sordo Izquierdo. Un nombre y apellidos, una definición. Para más señas, llegado a la edad del júbilo se trasladó a vivir al pueblo conquense de Orejilla del Sordete. Allí lleva una vida tranquila: sus paseos, sus libros, charlas con los amigos y en los tiempos libres, a veces, le da por escribir sobre los eventos consuetudinarios que acaecen

Cada vez que le encuentro me cuenta que crece su rechazo de la tele, por un doble motivo. El primero porque la mayoría de los programas, no todos, peros si los de más ‘audiencia’, dibujan un mundo y unos personajes que no existen y los que existen y exhiben no son, digamos, el tipo medio que vemos por la calle, sino los macarras, los que están metidos en follones, las tías buenas o esos que exhiben los pectorales de gimnasio. Todo es farfolla, escenarios cartón piedra, estafadores excarcelados, sagas familiares con dimes y diretes o ‘héroes’ que le dan patadas a la pelota y similares…

La segunda causa tiene que ver con su nombre y apellidos. A don Claudio, no le funciona bien el ‘audio’, y los apellidos le describen con acierto, para lo cual se ha dotado de dos adminículos que quita y pone según gustos y necesidades. Este invento le permite conectar y desconectar con el mundo que le rodea a su antojo. Si está al tanto de lo que se exhibe la gran pantalla, es que mientras lee o escribe, en el salón de su casa, de vez en cuando ve lo que aparece por esa ventana de la fantasía y la exhibición de basura envuelta en papel de colorines y lacitos de seda.

Si el Náufrago se ha extendido demasiado hablando de su amigo D. Claudio, es que esta tarde, mientra leía la prensa y sus adyacentes domingueros se topó con una carta que un profesor de instituto escribía al magacín de uno de ellos y resultaba escogida por su “oportunidad y severo correctivo desde la realidad, a esos urdidores de ficciones que nos castigan con su ‘inventiva’.”
  • Decía así la carta:
¿SERÁN EXTRATERRESTRES?

Llegamos al centro. La primera impresión es impactante, pero se sobreponen y derrochan cariño, sonrisas y caricias. Compartirnos un rato con los discapacitados. Paseamos con ellos. Cuesta dejarlos. ¿Serán mis alumnos extraterrestres y yo no me he dado cuenta? Me lo planteo después de ver alguna serie de televisión protagonizada por adolescentes: fuman porros en señal de amistad como el que come pipas, 'trabajan' para webs porno, alguno se acuesta con su prima y sólo les preocupa el 'ranking de tíos buenos' que cuelgan en el corcho las niñas de la clase.

Los que yo conozco van de fiesta, varios tocan en un grupo de música del que han hecho una entrada en Wikipedia, tienen Facebook, cuelgan videos en YouTube, han viajado a varios continentes, alguno lleva pendiente y todos, por supuesto, lucen tres dedos de calzoncillo por encima del pantalón. Me parece que son adolescentes del siglo XXI, aunque ninguna serie refleje una vida tan ¿normal? como la suya. Parece que el criterio de las cadenas de televisión es el morbo: solo lo morboso vende. ¿Serán mis alumnos extraterrestres?
V.T. Correo electrónico

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