Miradas

LA BELLEZA DE LO 'FEO'

La ciudad ha recuperado su atuendo de diario. Se han acabado los festivales, los toros, las fiestas patronales y la ciudad se ha vuelto de nuevo rutinaria. Aún se ve algún turista retrasado, pero todo huele a lo de siempre. El Náufrago lo agradece, cada vez siente que huye más de los festejos y necesita sentir en su interior la necesidad del vibrar tranquilo de la vida, el goce de las pequeñas cosas.

Hoy ha vuelto a la playa. Una delicia. Ni aglomeraciones, ni hamacas, ni sombrillas, ni gritos de niños. Y no es que le molesten esos gritos que alegran las mañanas. Pero entre los gritos y el sosiego, prefiere la paz de una playa semidesierta.

Ya de vuelta a casa, sin saber por qué, una imagen atrajo su mirada. Dejó el coche aparcado (ahora no hay que dar mil vueltas para encontrar un hueco en que dejar el coche), cogió la cámara de fotos y se perdió por entre las ruinas de lo que otrora se llamara “Talleres de San Martín”, Astilleros del Atlántico”… Hoy sólo quedan algunas huellas de los astilleros de antaño, viejos almacenes y casetas y ruinas de casas.

Entre pedregales y vertederos el Náufrago fue recogiendo la belleza de lo que llamamos ‘feo’. Y nada hay feo si una mirada lo recoge con cariño y descubre la nostalgia… Es como si la vida siguiera palpitando. No sabe qué voz’ le reclamaba, pero es como si las piedras, las fachadas, los despojos, le llamaran y quisiera detenerlo en un instante mágico.