Esperando a Godot

LA SOCIEDAD DEL BIENESTAR Y SUS ENGORROS

Poco a poco nos hemos ido habituando a eso que llamamos confort, comodidad y que algunos llegan a llamar bienestar y hasta ‘calidad de vida’. Lo de comodidad y confort podría aceptarse, algo más discutible sería que eso sea el ‘bienestar’ y la tan cacareada ‘calidad de vida’, con la que algunos advenedizos a la sociedad del ocio y del consumo se les llena la boca y lo repiten en cualquier reunión de la comunidad de vecinos. Puedo aportar ejemplos. Todo depende de lo que la gente entienda por ‘calidad de vida’ y bienestar, que el Náufrago asocia a un sentimiento más íntimo.

Pero dejemos las filosofías aparte y que cada cual asocie su ‘bienestar’ a unos u otros valores y descendamos a la cotidianidad de esta sociedad de la comodidad y el consumo. Es cierto que en este nuestro modo de vivir al que nos han, o ‘nos hemos’ acostumbrado, nuestra vida se trastoca cuando cualquier de nuestros artefactos no rula como es debido. Supongamos que al levantarnos no funciona el agua caliente porque al calentador se le han calentado los ‘pistones’, o el ascensor se ha averiado y hay que subir y bajar a patita, que el microondas ha dicho ‘hasta aquí he llegado, aquí me quedo, que venga el sustituto'. Imaginemos que es el ordenador el que dice que nones, que tiene un virus, no encontramos el cargador del móvil, se ha producido un apagón o nos toca llevar el coche al taller porque dice que no arranca... ¡Qué alteración en nuestra ‘calidad de vida'! ¿Cómo poder vivir sin ordenador, sin móvil, sin microondas, sin agua caliente, sin ascensor...? Todo eso se nos ha hecho ‘imprescindible’, nos pone de malhumor y altera nuestra rutina diaria. ¡Al carajo nuestra ‘calidad de vida’!

Algo de esto le ha ocurrido hoy al Náufrago. Se ha averiado su portátil con el cual podía escribir cómodamente en el sofá sin hacer sufrir más de la cuenta a sus cervicales. Su ordenador se ha convertido en su confidente, una ventana abierta al mundo, un punto de referencia y de contacto. Podría pedir a su hija que le prestara el ‘suyo’, que en realidad fue pagado con los emolumentos ‘míos’, pero el uso y ciertos hábitos filiales se transforman inmediatamente en ‘propiedad’ lo que en realidad es un usufructo, por no decir ‘usoabuso’.

Y aquí tienen al Náufrago escribiendo en un cuaderno escolar, cosa que en absoluto le disgusta, esperando que quizá, con un poco de suerte, obtendrá el ‘permiso’ de su retoño para usar ‘su’/’mi’ ordenador si lo ‘urgente’ de sus tareas, o una breve salida, se lo permiten.

Comentarios

Campurriana ha dicho que…
¡Cuánta razón tienes, Náufrago!
¡Cuántas necesidades creadas!
¡Cuántos frotándose las manos!
En este último caso, los que venden coches, por ejemplo, y los talleres que los arreglan...

Felices sueños desde la torre más alta.

Entradas populares